He de confesar una de mis muchas predilecciones culturales, la vida y obra alrededor de la Viena de finales del siglo XIX y principios del siglo XX; que estuvo a la altura de cualquier clímax filosófico, científico, artístico o técnico de todas las civilizaciones. Por sus calles transitaban gigantes dedicados al análisis de todos los aspectos de la vida humana, en sus aulas se investigaba tanto lo antiguo como lo moderno, cualquier tertulia era propicia para plantear paradigmas y discutir teorías. El único pasaporte válido fue la "voluntad", la única nacionalidad importante fue la "libertad" y, su único leguaje común la "inteligencia".
Las múltiples "escuelas" de Viena y sus variados "círculos" fueron el producto de la "tolerancia" y de la "razón": en la filosofía Wittgenstein o Adorno y en la ciencia Popper, como en la psicología Freud y en la literatura Musil, también la música de Schoenberg o la arquitectura de Loos, en el derecho Kelsen y la pintura de Klimt; por citar solo unos cuantos. Es indudable que durante aquéllos lustros Viena fue la Atenas de su época, también es innegable que fue la continuación del Renacimiento y de la Ilustración; en fin toda una estructura de las revoluciones científicas y artísticas.
Pero hoy quiero resaltar tan solo un poco de una pintura que tiene su origen inmediato en el "Jugendstil" (estilo joven o de la juventud), pasando por la Sezessionsstil (secesión vienesa) y; culminando con los Wiener Werkstätte (talleres vieneses) de Gustav Klimt- Egon Schiele-Oskar Kokoschka. Como ya lo advertí me refiero a "La lluvia Dorada, Dánae" creación del Maestro Klimt, maravilla pictórica que retrata la magia de la belleza y nos transmite su hermosura; juego de seducción, erotismo y sexualidad puras. Amenaza femenina de estilísticas formas, doradas figuras, tonalidades brillantes y oscuras, etc. contrastes que refieren sensaciones y pensamientos por el amor divino: excitación sobre corrientes de oro.
La "La lluvia Dorada, Dánae" nos hace vulnerables ante esa raza de seres opuestos que nos permite mejorar y trascender mediante la pasión del amor que produce el éxtasis. Esta mágica obra de arte al igual que su referencia mitológica griega, ejemplifica el cumplimiento de un destino forzoso; pues es la simbolización -ágape- de lo inevitable: el ser cautivado, seducido y finalmente enamorado. Es un arte mágico cuya impresión creadora del artista esta eminentemente plasmada en la representación de los espectadores. Fehacientemente caemos rendidos a sus pies, nuestro gusto sucumbe ante su divina estética; que idolatramos celestialmente para siempre. Una vez más la "MARINA" está físicamente ausente, pero su presencia está -como Viena- irradiándonos el espíritu; para fomentar nuestra genialidad: "der Zeit ihre Kunst, der kunst ihre freiheit" (a cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad).