Política

La alegría gay y la amargura religiosa

  • Columna de Héctor Diego Medina Basave
  • La alegría gay  y la amargura religiosa
  • Héctor Diego Medina Basave

Ante la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre el matrimonio gay, que obliga a los estados de la unión a considerarlo como un acto legal, y luego de que millones de personas salieran a festejar una conquista de derechos que tenía ya mucho tiempo de retraso, los soldados religiosos de las buenas conciencias salieron también a la carga, sobre todo en redes sociales, para defender algo que creen que les pertenece, pero que lo único que denota es su ignorancia, fundamentalismo y amargura.

La palabra gay significa felicidad, dicha, celebración. Y si esa palabra se une a pride lo que queda es “ser felices con orgullo”. Es decir, poder buscar una vida plena con la cara al sol, dejando de ser ciudadanos de segunda clase, y teniendo las mismas oportunidades. Y una de esas oportunidades, independientemente de que se quiera o no tomar, es la del matrimonio.

Los religiosos conservadores utilizan como bandera la palabra matrimonio, pidiendo que se le llame de otra forma a la unión legal de dos personas del mismo sexo, porque consideran que el matrimonio es exclusivo de ellos, y porque es un sacramento o algo demasiado especial como para dejárselo a los gays.

Pero en realidad ése no es el único problema que tienen, va mucho más allá. El problema es que siguen discriminando. La homosexualidad les sigue pareciendo como algo pecaminoso, prohibido por la Biblia, una abominación como dicen las escrituras (cuando lo único abominable son precisamente los párrafos de esos textos). Y entonces dicen cosas como: “yo no los discrimino, los sigo queriendo, simplemente estoy en contra de la homosexualidad o del matrimonio”. Como si la atracción por personas del mismo sexo pudiera ser algo que se pueda o no apoyar. Es como si alguien dijera que está en contra de que salga el sol o de que los árboles den frutos. Es lo que es y punto. No es una idea, ideología, religión, etcétera. Son hechos normales de la naturaleza humana. Así como un hombre y una mujer, por el hecho de ser seres humanos tienen los mismos derechos ante la ley, independientemente de sus diferencias de género; una pareja heterosexual y una homosexual tendrían que tener también los mismos derechos, independientemente de sus diferencias de orientación.

El camino ha sido difícil porque se le tiene miedo a lo que no se entiende bien. Así fue con las mujeres y sus conquistas del movimiento feminista, o los negros con la inclusión paulatina a un mundo que no distingue razas o colores. En todos estos casos las religiones institucionales, sobre todo las monoteístas, han sido las principales entorpecedoras de los procesos de cambio y liberación, siempre basándose en argumentos provenientes de escrituras que no tienen ningún fundamento científico y poniendo en palabras de algún dios celoso y castigador, frases y consignas terribles que han hecho muchísimo daño en la historia de la humanidad. Ojalá se contagien de la alegría de la vida, tal como es, y vayan olvidando la amargura de ese supuesto pecado que sólo empaña la vida.

APUNTE RELIGARE. Hay que decir que también hay muchas personas religiosas que no están de acuerdo con las directrices de sus iglesias y que han salido a festejar la decisión de la Corte Suprema norteamericana. Hay mucha gente, quizá mucho más espiritual que religiosa y de más sentido común, que han decidido sumarse a la celebración de esta conquista histórica. Aproximadamente 100 líderes evangélicos, por ejemplo, firmaron una carta apoyando la decisión de la Corte Suprema y aceptando que por mucho tiempo han estado en silencio y han sido cómplices de la discriminación, pero que ahora es tiempo de levantar la voz a favor de “todos los hijos de Dios”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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