Es una muy buena noticia que el gobierno de Enrique Peña Nieto haya enviado dos iniciativas al Congreso de la Unión para reformar la Constitución y el Código Civil federal, de tal forma que se establezca como derecho humano el matrimonio igualitario y para que éste pueda llevarse a cabo sin ningún tipo de discriminación en personas mayores de 18 años. Sea por la razón que sea, la acción de Peña Nieto hay que aplaudirla, es algo que ayudará a muchas personas a ser más felices. Pero como era de esperarse, la Iglesia católica y varios grupos conservadores del país nuevamente salieron en defensa de la familia.
Ya habíamos escrito aquí que nadie está poniendo en peligro a la familia, que nadie está diciendo que los matrimonios entre heterosexuales se vayan a impedir, ni que la familia como unidad vaya a ser atacada. Las iniciativas del gobierno son para sumar, no para restar. Es más, son para otorgar legalmente derechos que ya tiene un grupo de personas por el simple hecho de ser humanos.
Y es que en cuanto a los ataques del ala conservadora, una cosa es dar una opinión sobre este tema, y otra muy distinta es ir a manifestarse para protestar contra un avance en el que se están otorgando derechos. Es muy triste y lamentable ver a personas que para otros temas suelen ser inteligentes, pero que en éste se van con la finta religiosa y tratan de bloquear avances tan importantes como los derechos de los gays.
APUNTE SPIRITUALIS. Seguramente la Iglesia se tardará unos cuantos siglos más para reconocer la igualdad absoluta (no sólo de forma parcial) de los homosexuales, y algunos podrían decir que es cuestión de esperar, porque tarde o temprano la Iglesia cederá, como lo ha hecho con otros temas. El problema es que la lentitud de las instituciones religiosas para superar sus machismos y visiones arcaicas de la sociedad, sí daña directamente a personas que son discriminadas, a niños que sufren de bullying y a una sociedad en su conjunto que, como históricamente se ha comprobado, cuando hay represión no resulta nada bueno.