La diferencia es aún grande, pero si aplicamos la máxima del vaso medio lleno o medio vacío, se puede decir que con un poco más de ganas podríamos, ahora de verdad, dejar de depender del petróleo y dedicarnos a vender y hacer crecer el mercado de la cerveza, tan indispensable para el sano desarrollo de la humanidad como los hidrocarburos. Claro que sí.
No es una locura, es una realidad. La cebada y la mano de obra mexicana en los últimos años se ha destacado por atraer las más grandes inversiones que en torno a la industria cervecera se han visto a escala mundial. Desde las fusiones y compras de marcas, hasta el anuncio imparable de ampliaciones y aperturas de plantas en el país. Nada menos en la semana que terminó, se dio el anuncio de Heineken que abrió una planta de 500 millones de dólares en Meoqui, Chihuahua.
Una productora de 600 millones de litros de cerveza anuales que se suma a las ya existentes en el país y que le han dado la capacidad de constituirse como el exportador número uno de ese producto en y para el mundo, con ventas anuales por más de 3 mil millones de dólares. No por nada, y lo dijo el titular de Economía, Ildefonso Guajardo, en la ceremonia de inauguración de la planta en Meoqui, en los últimos cinco años esta industria ha atraído 20 mil millones de dólares de inversión extranjera directa al país, cifra por supuesto, nada despreciable.
Ya sé, quizá para algunos resulte menor ante la vorágine de la industria energética, que nada menos para la más reciente licitación anunciada de exploración y extracción de campos terrestres no convencionales, en la cuenca de Burgos, Tamaulipas, la Ronda 3.3 ya se contabiliza para el país compromisos de inversión de más de 2 mil millones de dólares, a los que se suman las rondas anteriores, para contabilizar un total estimado de más de 200 mil millones de dólares de inversiones privadas (nacionales y extranjeras) en el sector.
Pues sí, es una cantidad mayor, pero en contratos a 10, 20 y 30 años, y aún por experimentar su rentabilidad para el erario público que, por ejemplo, al cierre de 2017 contabilizó una derrama de más de 20 mil millones de dólares por exportaciones petroleras. De 20 mil millones a 3 mil millones de dólares, hay una diferencia de 17 mil millones, pero esa la salda una industria mucho menos complicada y más feliz para sus empleados y consumidores. Sí, por qué no hablar de felicidad, la actitud más productiva del ser humano.
Situación que reconocen desde fuera. El CEO de Heineken, Dolf van den Brick, lo dijo en su visita, “México ha demostrado ser una economía dinámica y vigorosa que a pesar de las turbulencias internacionales ha resistido. En el caso de la industria cervecera, tiene 16 trimestres consecutivos de crecimiento y eso se debe a la industria ciento por ciento mexicana”.
Digamos salud e impulsemos a este noble sector productivo, a las grandes marcas y a los artesanos que sin recato alguno proponen y exponen sus productos en los mercados más allá de las fronteras.
Y por ello no me sorprende que la marca Victoria haya lanzado, sin miramientos, una oferta agresiva, la salsa Chingona. Y aquí les dejo su propuesta, ustedes tienen la última palabra. “La salsa Chingona está hecha con una receta milenaria que alimentaba a las fuerzas aztecas, dicen que les daba vigor para pelear a todo pulmón, demostrando que México es chingón desde tiempos ancestrales”. Aquí la dejo.
@lupitaromero