Cultura

Los dos reyes y los dos laberintos

Breve cuento de Borges que narra la historia de dos Reyes arrojados a dos laberintos: el rey de Babilonia y el rey de Arabia. 

Desde el título podemos inferir que hay una delimitación marcada por los artículos determinados. 

Porque Borges no intitula “Dos reyes y dos laberintos”. Esto, aparentemente inane, reviste gran relevancia. ¿Por qué? Porque el autor escribiría después dos sonetos. 

Uno “Laberinto” sin artículo y otro “El laberinto”. ¿Cuál es la diferencia? Que “Laberinto” retrata de manera perfecta y concisa el dédalo donde fue arrojado el rey de Babilonia: “No habrá nunca una puerta. 

Estás adentro/y el alcázar abarca el universo/y no tiene ni anverso ni reverso/ni externo muro ni secreto centro” (Elogio de la sombra, 1969). 

Laberinto, como el libro de arena, es el desierto, lugar donde fue confinado el rey de Babilonia como fina venganza por haber lanzado a un laberinto intrincado al rey de Arabia. 

El rey de Arabia, en un laberinto con puertas, galerías, corredores, pasadizos y ventanas, sólo encuentra salida gracias a la intercesión divina, al favor de Dios: “Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta”. 

El otro poema, incluido en el mismo libro Elogio de la sombra, ostenta el artículo y es el retrato nítido del primer laberinto, del laberinto donde fue arrojado el rey de Arabia: “Esta obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres”. 

En la otra orilla el poema “El laberinto”, cuyos versos iniciales son: “Zeus no podría desatar las redes/de piedra que me cercan./He olvidado/los hombres que antes fui; sigo el odiado/camino de monótonas paredes/ que es mi destino. 

Rectas galerías/ que se curvan en círculos secretos/ al cabo de los años…”.

Entre los múltiples laberintos urdidos por la literatura de Borges descuellan el lenguaje, la biblioteca, el universo mismo. 

Para decirlo con un gesto irónico muy a su manera, “el mero universo”. En este cuento el primer laberinto se asemeja al lenguaje. 

¿Por qué? Por la referencia al rey de Babilonia que, a trasmano, es una metonimia de la Torre de Babel, esto es, del lenguaje. 

 En contraste, el segundo laberinto es el universo. Por qué? Por la inmensidad de la arena del desierto y por la prescindencia de límites: “no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso”. 

La oración final del cuento no disimula su retranca irónica: “la gloria sea con aquel que no muere”. ¡Uf!


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Gilberto Prado Galán
  • Gilberto Prado Galán
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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