Esta semana se discutió en el Senado de la República un asunto de gran trascendencia para el mundo laboral. Se aprobó por unanimidad en la Comisión de Trabajo y Previsión Social, presidida por el senador Napoleón Gómez Urrutia, la reforma a los artículos 76 y 78 de la Ley Federal del Trabajo, para ampliar el derecho de los trabajadores a vacaciones pagadas.
El esquema actual, que permanece desde 1970 sin cambio alguno, es de seis días de vacaciones a partir del primer año, aumentando dos días por año hasta el cuarto.
A partir del quinto año laborado aumenta dos días por lustro, quedando en 24 días a partir del año 30 de labor. Hoy empezaría con doce días desde el primer año, y aumentaría hasta el quinto año, para así aumentar dos más por cada cinco años de servicio, llegando entonces a los 32 días en el año 31.
Según la estadística, de los países que integran la OCDE, México es el país donde menos vacaciones se dan por ley, con las jornadas de trabajo más largas a nivel mundial.
En 2021 la Organización Internacional del Trabajo recomendó 18 días de vacaciones por un año de labor, en México. Y mientras México es el último lugar en vacaciones pagadas, con seis días, mientras países como Francia o Brasil dan 30, o Chile y Colombia dan 15 días y Costa Rica da 10.
Se podría decir que esto nos beneficia en temas como la productividad, sin embargo, según la estadística general, México no está bien en temas de competitividad.
El IMCO lo posiciona en el número 37 de 43 países evaluados, y en 2020 el International Institute for Management Development ubicó a México en el lugar 53 de 63 países evaluados.
Entonces, el número de días laborados no es directamente proporcional a la competitividad, de hecho, hay estudios que indican que es todo lo contrario. Y ahora estamos en un momento óptimo para revisar y modificar ese esquema, beneficiando a los trabajadores.
Hace unas semanas escribía en este espacio precisamente de esto, y sobre esas mentiras que el neoliberalismo institucionalizó como parte de su programa y sustituir el discurso de la justicia social, reemplazándolo con otros como el de “el que es pobre es porque quiere”, o “el mexicano es pobre porque es flojo”.
Esas falacias se han caído junto con todas esas otras en las que el neoliberalismo se apoyaba, aprovechándolas para quitar derechos laborales, mantener a raya los salarios y beneficiar sólo a una de las partes de la relación laboral generando desequilibrios.
Cuando asistí al debate, invitado por el Senado de la República, escuché a representantes de cámaras empresariales diciendo que aumentar las vacaciones implicaría el cierre de empresas.
Recordé cuando decían que si subían el salario mínimo habría una espiral inflacionaria, o cuando en el salinato se decía que con el TLC compitiéndole a Estados Unidos y Canadá íbamos a industrializar a México y que quitando subsidios al campo iba a detonar.
Hoy el debate debe ser serio, qué bueno que está en la mesa, y le auguro un gran éxito. ¡Enhorabuena!
@Biestro