Cuando un país obtiene su independencia de la antigua República de Yugoslavia apenas hace unos años, en 1991, y que ha sufrido los terribles estragos de la guerra de los Balcanes, debe estar en su ADN un espíritu de lucha muy marcado, personalidad que sin duda dejan ver sus jugadores, en todo momento, en sus partidos de fútbol de la actual Copa del Mundo.
Compiten con todo y lo más importante, en grupo, lo que los ha llevado a levantarse contra todos los obstáculos que sus rivales les han impuesto a lo largo de cada juego, pero que al final se sobreponen de manera casi heroica, revelándose como un equipo experto en darle volteretas al partido, para finalmente salir ganando.
En 1998, hace 20 años Croacia disputó su pase a la Final, precisamente contra Francia, quien lo venció, quedando este pequeño país en tercer lugar mundial. Luego, cae ante México hace cuatro años, pero hoy regresa a la posición estelar del fútbol mundial, al disputarle a Francia el próximo domingo la preciada Copa de Campeón del mundo. Hay que resaltar que Croacia tiene menos de cuatro millones de habitantes, una quinta parte de la población de la Ciudad de México, y es, por decirlo claramente, un país territorialmente pequeño.
Pero la gran pregunta es: ¿cómo le hace Croacia para hacer historia en el fútbol? Una historia que, dicho con cierto dejo de envidia, podría tener nuestro país si tan solo fuese congruente con lo que pregona y con la autoestima que presume, pues no hay Mundial en donde las televisoras y las autoridades deportivas, de la mano, como gemelos siameses, nos venden la idea de que “vamos a ganar”, ahora sí, y no solo vamos a pasar a disputar el tan anhelado quinto partido, sino que, con un poco de suerte, hasta campeones vamos a ser.
Es la magia del engaño que nos tragamos cada cuatro años, cuando ni siquiera nos percatamos que la autoridad del fútbol no tiene entre sus prioridades el desarrollo del deporte sino el desarrollo del negocio que se llama publicidad y se expresa en dólares y tiene su sede en la Avenida Chapultepec, casa de Televisa, quien puntualmente reproduce la simulación nacional de que somos grandes, sin serlo.
Croacia ha demostrado, aunque no gane el partido final, que si lo es. Debería ser un ejemplo.
