La hoz y el martillo son símbolos maravillosos del trabajo humano civilizatorio: agrícola e industrial. Han sido satanizados por el odio irracional, o al menos irreflexivo.
No habría hoy universidades, ni barcos, ni aviones, ni ciudades, ni teatros, ni templos, ni parques, ni catedrales, si la humanidad no hubiera hace miles de años empezado por segar y martillar.
Es el esfuerzo humano, a partir de los recursos naturales: cosechar y moldear, lo que nos ha permitido, como especie humana, fundar nuestra civilización, nuestra cultura, nuestra convivencia fraterna.
Es el desprecio, la desvalorización y la explotación despiadada del trabajo humano lo que nos ha llevado a la miseria de millones de seres humanos, hermanos nuestros; y a la discordia social y al odio entre clases.
La hoz y el martillo no son satánicos; han sido satanizados por quienes desprecian el trabajo después de servirse de él como parásitos.
Es triste hoy observar que: de entre quienes lograron transformar un cadalso ignominioso, como la cruz, en un símbolo glorioso de redención y de fraternidad, haya ahora quienes satanizan los honrosos símbolos del trabajo fecundo y creador: el martillo emblema del esfuerzo humano industrial transformador de la materia, y la hoz: instrumento de cosecha del fruto del sudor humano en la agricultura.
José el galileo era carpintero, que sin duda usaba el martillo como herramienta indispensable en sus labores transformadoras. Es de suponer que el joven Jesús (Yehoshúa) ayudara a su padre con el martillo.
Hace algunos decenios, en tiempos conciliares, la Iglesia Católica tomó la decisión sabia de instituir el 1 de Mayo, Día Internacional del Trabajo, como la celebración de San José Obrero.
El trabajo, agrícola o industrial, no sólo es la honrosa transformación de los recursos naturales con el sano propósito de satisfacer las necesidades materiales de las personas humanas (que eso es la verdadera economía y no los aleatorios altibajos de la Bolsa).
Es también la dignificación y realización humana. Lo sabían desde hace mil años los monjes benedictinos.
De manera totalmente irresponsable ante sus lectores el editorial del Semanario Arquidiocesano de Guadalajara se plantea la engañosa disyuntiva: “Capitalismo o socialismo”. Y lo ya sabido: ¿Cómo están Cuba, China, Nicaragua, Venezuela?”
O sea: los fieles seguidores de Jesús de Nazaret optando por el capitalismo, que mantiene a millones de personas en la miseria, en la marginación, en condiciones infrahumanas, en la mortalidad infantil.
¿Por qué no se pregunta (tiene la oportunidad) el citado Semanario cómo están Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Alemania, Nueva Zelanda, entre otros?
Por cierto, sí se pregunta cómo está China: el único país en el mundo, en medio de la pandemia, que sigue teniendo crecimiento económico sostenido.
Es divertido recordar cómo el Presidente de la República presumía recientemente que se sentía protegido por un detente del Sagrado Corazón de Jesús que le regalaron unos fieles seguidores suyos.
P.D Dice el Pacto Nacional: “Imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”.