Política

El huapango en Pánuco y la grandeza

Sentado frente a mi amigo, a media plática vaga, le pregunto algo interesado “¿Cómo le fue a Pánuco con su festival de huapango?” sobre el evento que había terminado hace sólo unas horas atrás.

Es sabido y evidente que el municipio donde históricamente el mestizaje parió de la música nativa de los huastecos y el fandango traído de los colonizadores, un son que se convirtió en símbolo de una región, incluso del país, lo dejó perder.

Ni músicos, ni en el zapateado: su último gran bailarín, don Raúl Pazzi supera los 90 años; por ahí anda la doctora Pulido manteniendo el baile, pero ya.

“Estuvo hasta la madre” me dice, “hubo como dos mil personas cada tarde, la gente bailó y fácil se terminaba a las dos de la mañana, pero…”.

Es interminable la construcción de argumentos después de un ‘pero’; a lo largo de los debates de algo que parece solucionado y le culmina esa preposición, asumen que un logro no lo es.

Y pensando que ni Amatlán, San Joaquín u otra fiesta junte esa cantidad de gente (espectadores, señores) cada noche en dos jornadas seguidas, hay pendientes en esta empresa, un síntoma de falta de arraigo que dé el valor de Cultura, de la que se desprende un gran mercado potencial y actual, que es el del turismo cultural.

El actual gobierno de Pánuco muestra grandes ideas de impacto: eventos multitudinarios con decenas de miles en un municipio donde la cabecera apenas reúne 50 mil habitantes; inversiones que municipios ‘grandes’ siquiera imaginan, pero no arraigan nada.

El festival del huapango en Pánuco tiene la intención de muchas cosas, pero no de heredar algo, sino el alcalde no hubiera puesto su nombre al premio; en sus manos está la oportunidad de incentivar una zona olvidada, ávida de atención, basada en tradiciones, en algo tan puro como es su historia, y una de sus artes, la más grande.

Si los políticos dejarán de serlo un momento, pienso.

Lo que provocó el actual alcalde, a quien no nombró para que nadie asuma intenciones, podría generar algo mejor que dos tardes de verbena popular.

Es un algo que existe en historias, en recuerdos, poco palpable y diluido, por lo menos en la autodenominada “cuna del huapango”.

Lo del fin de semana pasado no es un rescate, pero es un intento de algo, que seguro el gobernante no sabe qué; a diferencia de otros festivales, este tiene fondo y podría ayudar a recobrar el sentido de un pueblo, ciudad, región. Eso es grandeza.

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Erik Vargas
  • Erik Vargas
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  • Reportero de oficio, periodista de opinión y contador de historias. Actual coordinador del área soft de Notivox Digital (M2).
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