Sí, hay actualmente autores que devuelven la fe perdida entre futilidades, respecto al acto de escribir. Son pocos, los otros caen en el siniestro juego de publicar según generen lectores, popularidad y dinero. Cualquier escritor necesita ser leído, capacidad económica y renombre, pero no elige que ocurra sacrificando su calidad literaria.
Isabel Fraire (1934-2015) fue una poeta que pasó por el gremio editorial silenciosamente, y aún así su estilo hizo mucho ruido entre la comunidad lectora que aprecia la buena poesía. Nació en Ciudad de México y vivió ahí hasta morir. Jamás devino un orgullo nacional, obviándose el talento que tenía; los mexicanos se condenan desde siempre teniendo estos desplantes y vuelven objeto de portento algo equivocado.
Kaleidoscopio insomne (Fondo de Cultura Económica) reúne su poesía como parte de la colección letras mexicanas. De lo cercano e inmediato escribe Fraire, y que nos desacostumbramos a observar. Aquello simple por obvio, que sin embargo oculta cosas para desvelar y en cada poema se ejecuta.
“Posiblemente (…) no hay nada nuevo ni original ni profundo ni inesperado en los poemas de Isabel Fraire. Ella está en el mundo y se deja conducir, y a veces lucha contra las fuerzas que pretenden conducirla y siempre resulta derrotada”, opina Juan García Ponce al respecto.
Pugnas quizás perdidas, pero que apartadas de ponerle fin a sus batallas, la motivaron y continuó peleando sabiéndolas importantes, legando un bello bagaje literario que hoy aún es editado.