Cuando uno comenta acerca de la pobreza hay dos opciones: se está suficientemente acomodado para exponerla o la padece. A los primeros el camino va mostrándose con sencillez y la gracia consiste en no desviarse; los segundos se cuidan de aquellos y parecen retribuirle al mundo lo que les da, incluso cuando son derechos, no indulgencias. Robert Louis Stevenson (1850-1894) publicó El emigrante por gusto (Alba Editorial) 18 años después de conocer a Fanny Osbourne y de que su travesía, cuyo objetivo era casarse con ella, empezara.
La motivación de Stevenson por cruzar el Atlántico en un barco que zarpó de Glasgow es inescrutable, a pesar de las justificaciones que da durante el relato. Suspendidos en el océano viajaron juntos escandinavos, escoceses, irlandeses, ingleses, americanos, experimentando el rigor de las condiciones que sufren sin alternativa y Stevenson enfrenta por convicción y así comprende la emigración: un vocablo de porte animado llegó a sonar de modo muy deprimente (…) Nada hay tan agradable de imaginar y patético de contemplar. Anécdotas de ambición, dificultad y separación no son sino meros episodios en esta guerra épica del individuo.
La superioridad moral que define Stevenson solo se traduce en la práctica. Las historias de este autor suelen ser autobiográficas y pueden recordarnos idilios vividos o desgracias acontecidas. Tiene el detalle de fijarse en el gesto humano como expresión de la misma “delicada atención y privilegio”, que Borges calificaba de cualidad estilística.
Tardes bebiendo alcohol, noches cantando, jornadas de hambruna, enfermedad y vicio deben cohabitar durante un trayecto que los tripulantes eligieron pero quedan desgarrados. Con humor cuenta las tertulias y devaneos de cada personaje: al vivir vicariamente, cualquier tipo de incidente resulta posible.
El protagonista libra una batalla perdida al igual que Marmion en el poema de Walter Scott donde la serie de derrotas, además de continuas, suponen calamidades desastrosas. Al apreciar lo esencial prospera lo importante.
Una historia común en tanto alguien goce de holgura; otros en el clamor de la discordia social habrán de considerarla un documental escrito. De elegir, cualquier persona rechazaría los aspectos crudos de la existencia (…) pocos visitan las regiones desangeladas donde la vida es más difícil de sostener que el esfuerzo necesario para sostenerla. Stevenson lo hizo y llegó al destino.