En el debate organizado por el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Nuevo León a la alcaldía de Monterrey dejó en evidencia la carencia que padecemos los regiomontanos. Si bien es cierto que entre dos de los aspirantes suman por lo menos nueve años de gestión pública, y las ideas mejor elaboradas deberían de venir acompañadas de propuestas basadas en la experiencia, parece que no. Lo más destacado vino de los novatos.
A lo largo de años de gestiones políticas en Monterrey, hemos sido testigos de una amalgama de administraciones municipales que prometieron transformar la ciudad. Con las elecciones a la alcaldía a la vuelta de la esquina, los candidatos Adrián de la Garza, Mariana Cantú, Patricio Zambrano, Adalberto Madero, Arnoldo Cantú y Ranulfo Martínez se han lanzado al ruedo político, cada uno con su propio estilo y promesas.
Queda a deber el confrontamiento de ideas, es aburrido y hace que cada candidato traiga a la mesa un bagaje de experiencias y promesas. Se debería calificar quién responde a las preguntas planteadas por la moderadora, porque muy pocos lo hicieron y cuando se responda verificar la viabilidad de su respuesta, porque se vale disentir, pero lo que ya no se vale es mentirle al electorado.
Hubo quienes respondieron con datos concretos y medibles, mientras que otros se perdieron en evasivas y, peor aún, en mentiras descaradas. Este comportamiento deja al descubierto una cruda realidad: en política, muchas veces todo se reduce a quién comunica mejor, no necesariamente quién tiene mejores propuestas o un historial más limpio.
Los ciudadanos de Monterrey ya han votado en el pasado por los partidos tradicionales, por políticos experimentados, hay quien afirma que los siguen hasta los payasos u outsiders. Sin embargo, la sensación generalizada es que aún no estamos representados, en esa pantalla que reflejó seis realidades regiomontanas, ni usted, ni yo estamos.
El famoso círculo rojo, aquellos tomadores de decisiones y el masivo dentro de la sociedad parecen más una distinción plástica que una verdadera representación de las diferentes capas sociales.
Vivimos, indiscutiblemente, en una sociedad de la simulación. Los debates y las campañas ya no son solo sobre propuestas y proyectos; se han transformado en una carrera constante por el poder. En este escenario, los ciudadanos se convierten en espectadores de una trama que parece no tener fin. Y en medio de esta constante búsqueda de poder emerge ahora como paladín de la democracia la Marea Rosa, un fenómeno que ha ganado tracción y que refleja el descontento de la sociedad con los métodos tradicionales de la política.
El término “viejo vs nuevo”, usado peyorativamente, resuena en los corrillos políticos como un símbolo de las prácticas partidistas que muchos desean dejar atrás. Sin embargo, la aparición de elementos como la Cybertruck en campañas no hace más que reafirmar la percepción de que estamos atrapados en el mismo circo de siempre, donde las promesas grandilocuentes y los espectáculos llamativos eclipsan las verdaderas necesidades de los ciudadanos.
Este panorama desalentador nos obliga a cuestionar: ¿Qué es lo que realmente buscamos en nuestros líderes? ¿Espectáculo o sustancia? La respuesta a esta pregunta podría ser crucial para determinar el rumbo de nuestra ciudad en los próximos años. Los candidatos, por su parte, tienen la responsabilidad de demostrar que son capaces de ofrecer más que simples palabras y actos circenses. Monterrey necesita acciones concretas y transformadoras que realmente atiendan las necesidades de todos sus habitantes.
Es esencial que los ciudadanos se informen, cuestionen y, sobre todo, exijan transparencia y compromiso real a quienes aspiran a representarlos.
Más allá de las estrategias de comunicación y las tácticas electorales, lo que Monterrey necesita es una gestión que vaya por encima de los colores partidistas y los intereses particulares. Se necesita un liderazgo que entienda y aborde de manera efectiva y equitativa las complejidades de la ciudad más importante del noreste mexicano.