La posmodernidad ha cambiado todos los marcos referenciales donde se sostenía un sistema humano basado en valores y que privilegiaba la ética, el esfuerzo, la razón y el sentido común.
Los marcos referenciales que nos servían de guía y de “cuerdas de seguridad” son la familia, la escuela y también la espiritualidad que nos inculcaban. Hoy se diluyen con un pensamiento progresista.
Si bien antes había y sigue habiendo muchos desafíos y retos ante diversos atropellos de la dignidad humana; siempre y a través de éstos marcos referenciales llegaba el sentido común y buscaba sacarnos a flote y rescatarnos.
Hoy, lamentablemente el sentido común es el menos común de los sentidos y está en terapia intensiva, entubado y con crisis. Lo secuestró el relativismo existencial de nuestros días.
Hoy la auto-percepción en la mente de nuestros jóvenes pesa más que la realidad biológica de nuestra sexualidad. Nos podemos auto-percibir cómo queramos a capricho de ideologías y modas sin fundamentos científicos. Y ya por escribir esto seguramente soy un misógino irracional e intolerante. Podemos encontrar más géneros que marcas de coches y que los mismos colores del arcoíris.
Vivimos en la generación que se conecta digitalmente al otro lado del mundo por aplicaciones de internet en segundos; pero que no es capaz de cruzar la calle para ayudar al vecino, decir gracias, lo siento, por favor, te amo y expresar las emociones de manera asertiva.
Regañar, corregir y castigar a un hijo o un alumno parecería un atropello y violación a sus derechos humanos, sería estancar su libre albedrío y desarrollo psicosexual. Tus hijos o alumnos podrían demandarte.
Somos la generación de la obediencia: Obedecimos a nuestros padres y maestros y ahora obedecemos a nuestros hijos y alumnos.
El concepto respeto ya no es bi-direccional. Sólo va en un sentido y se perdió la conversación en las familias. Cada quien baila su “vals” de cada día unido a su único e inseparable compañero y confidente: su teléfono celular.
Las escuelas se convirtieron en grandes negocios donde la matrícula tiene signo de pesos y la filosofía junto con los valores del plantel pasan a segundo término, sino es que a tercero o cuarto. De hecho no hay filosofía educativa. Educa el teléfono, el TikTok y la televisión.
Los grandes ídolos dejaron de ser deportistas, maestros, policías y bomberos.
Hoy quiero ser como el narco de la serie y como Bad Bunny en el video. Hoy a las niñas les gustan mayores de esos que llaman señores….dice la canción que bailan perreando.
Decidimos la educación de nuestros hijos en relación a la distancia que existe del colegio a la casa, de las bonitas instalaciones o el status social al que quiero que mi hijo pertenezca en el colegio de paga o de moda.
De la educación pública: ¿Qué podemos decir?. En México el gobierno actual destina setenta y cinco pesos al año por maestro para capacitarlo.
Lo que no está en tu agenda y en tu presupuesto no es prioridad y en México, para el gobierno actual, la verdadera educación se convierte en una amenaza para su adoctrinamiento ideológico.
Hablar de verdad o con la verdad no es popular ni inteligente.
La única verdad es la de los otros datos, es la verdad de las redes sociales y de quien tiene el suficiente dinero para pautarla y posicionarla. El algoritmo a través de la pauta nos mete por activa y por pasiva esa “verdad” a través de la pantalla del móvil hasta cuándo estamos en el baño.
La verdad digital es la mentira disfrazada de verdad pero repetida un millón de veces por las redes sociales.
La educación dejó de ser el gran contenedor de una sociedad cada vez más liquida. No hay principios que contengan el rabioso frenesí en el que estamos metidos.
¿Qué decir de la política?
Se convirtió en la gran ramera de nuestro siglo poniéndole alfombra roja y haciendo caravana a la dictadura del relativismo que estamos viviendo.
Surgen populismos con lenguajes disruptivos y anti-sonantes dividiendo países, sociedades y usando como carnada electoral a los más pobres y desfavorecidos. Los líderes mesiánicos de derecha y de izquierda son más parecidos a un capo de la mafia que a verdadero demócrata.
He escuchado a los populistas decir que todo es culpa del neoliberalismo y del capitalismo.
Yo veo que el gran enemigo a vencer no es una ideología de izquierda o de derecha sino la profunda crisis de valores en la que estamos sumergidos con una agenda progresista que diluye éstos marcos referencialescon el ácido sulfúrico de un pensamiento relativista.
Como el Señor de Las Moscas adoramos una especie de “dios tribal y progresista” que pone en entre dicho lo más elemental de nuestra condición y naturaleza humana. Como dije en otro artículo estamos presenciando el eclipse de la razón.
Hace unos días asistí a dar una conferencia con motivo del día internacional de la mujer a una comunidad educativa en México y me encontré con lo siguiente.
Padres y maestros obedientes que dejaron de ser líderes y se convirtieron en víctimas de las circunstancias y de una tremenda batalla cultural que está en el umbral de nuestras vidas.
Veo padres y maestros centrados en que sus hijos y alumnos tengan todo lo que quieran a capricho, sin la cultura del esfuerzo y del mérito.
Hoy, según la SEP, ya no puedes reprobar a un niño porque le dañas la psique.
Estamos más preocupados para que los jóvenes y adolescentes no se molesten con sus formadores, no viajen en transporte público, no sufran, no visiten a sus abuelos y los ayuden en su vejez.
Exacerbamos a través de los medios de comunicación sus derechos pero los eximimos de sus obligaciones en casa y en el colegio. Lo importante para la nueva generación es satisfacer los deseos sembrados desde su teléfono inteligente que le dice que su teléfono ya es obsoleto por no ser de la nueva generación
¿Qué más encontré en esa comunidad educativa?
Alumnos de cristal necesitados a cada rato de “shampoo de cariño” y de alto mantenimiento emocional ya que ante cualquier adversidad se desmotivan, tiran la toalla y son cero tolerantes a la frustración.
Nuestros jóvenes no saben transitar procesos, carecen de paciencia, disciplina, respeto y perseverancia.
Quieren todas las medallas de oro pero sin el entrenamiento y sin el esfuerzo.
No aceptan límites y culpan a los mayores de todas sus frustraciones. Especialmente a sus padres.
Creen tener derecho a todo y responsabilidad con nada. Son frágiles y la comodidad limita su desarrollo y su potencial.
No tienen recursos para afrontar la vida adulta ya que el “DDT”, el estrés y la depresión vienen en su ADN.
Andan como pulpos fuera del agua, no se encuentran y no encuentran sentido a su vida. No descubren su vocación y esperan que todo lo hagan y resuelvan por ellos.
Buscan la aprobación de las redes y les encanta generar la adrenalina y la dopamina de las pantallas, pastillas y drogas pero no la oxitocina de los abrazos y la empatía.
Todo debe ser rápido, inmediato y gratificante.
Termino diciendo que éstos jóvenes y alumnos son el futuro. Nos guste o no serán las nuevas familias, los nuevos empresarios y los nuevos políticos. Llegarán a la puerta de tu empresa en muy poco tiempo y serán los novios de tus hijas y viceversa.
¿Qué hacer?
Deja de ser la generación de la obediencia y deja de formar generaciones de cristal. Asume con responsabilidad y con valor el rol de tu liderazgo en tu familia y empresa.
La mejor forma de responsabilizarse es construir con valor y con valores un futuro viable.
Resistan ante esta batalla cultural.
Hagan redes ciudadanas y júntense con aquellos que todavía tengan éstos marcos referenciales y sentido común.
Dejemos de ser espectadores y seamos actores porque como dice el poeta: Al final de mi duro camino yo fui el arquitecto de mi propio destino.