Te voy a contar un cuento que se llama ANTES, AHORA Y DESPUÉS:
ANTES, pensábamos, sentíamos y decíamos que nuestros padres no comprendían muchas cosas, que no sabían manifestarnos el afecto y el cariño que necesitábamos, que estaban atrapados en sus creencias y costumbres religiosas.
ANTES, ellos no comprendían nuestras necesidades, inquietudes y sueños de adolescentes. Estaban atrapados en el “status quo” y lo que las normas morales y sociales de la época dictaban.
ANTES no se nos permitía socialmente divorciarnos, aunque no fuéramos felices.
ANTES no se permitía que las mujeres votaran o trabajaran fuera del hogar.
ANTES había un machismo terrible y un patriarcado castrante.
En temas políticos, los de ANTES decíamos, eran una bola de “fifís”, aristócratas, oligarcas, corruptos e indiferentes con el pueblo. ANTES elegían al sucesor por dedazo presidencial y eran autoritarios.
Pero ANTES pensábamos, sentíamos y decíamos que había valores en nuestra sociedad.
ANTES se respetaba a los mayores, había marcos referenciales claros, se respetaban las leyes y había la materia de cívica y ética en la escuela.
ANTES se distinguía lo correcto de lo incorrecto.
AHORA en cambio, vivimos la dictadura del relativismo y el imperio de las emociones.
AHORA se nos olvido decir por favor, gracias, buenos días, con permiso, discúlpame y te quiero.
AHORA pensamos, sentimos y decimos que vivimos en una profunda crisis de valores y de liderazgo.
AHORA estamos destruyendo al planeta con nuestra manera tan irresponsable de consumir y derrochar.
AHORA la violencia y la inseguridad están peor que nunca.
AHORA los jóvenes y adolescentes hacen lo que quieren y no respetan a los adultos ni a sus maestros.
AHORA los jóvenes son disruptivos y se dejan llevar no por la razón, sino por un torbellino de emociones y sensaciones que la tendencia de moda dicta en TikTok, Facebook o Instagram.
AHORA lo importante es lo que experimentan no lo que piensan.
AHORA tomamos pastillas para todo, para dormir, para no dormir, para la ansiedad para la depresión y hasta para matarnos.
AHORA vivimos, comemos y dormimos con el celular prendido las 24 horas.
AHORA las drogas son sintéticas y químicas.
AHORA la región, la educación y las instituciones como la familia, el matrimonio y la religión apestan.
AHORA no gobierna el imperio de la razón sino la razón del imperio. La dictadura emocional y sensacionalista en la que vivimos marca los cánones y dicta las normas de nuestra vida.
AHORA no sólo tengo que respetar la diversidad sexual, tengo que adoctrinar a los menores y obligarlos a creer lo que la construcción social y no biológica dicta.
AHORA vivimos con niveles de cortisol altísimos; con estrés, ansiedad y depresión.
AHORA está de moda el “déficit de atención” en los niños y el “TOC” (Trastorno Obsesivo Compulsivo) en los adultos.
AHORA no puedes castigar ni reprobar a un niño en la escuela porque le estás causando un daño psicológico.
AHORA hay muchas cosas que no había antes. Cosas mejores como la tecnología y la globalización económica. Pero no hay una globalización de la ética.
AHORA estamos más comunicados y conectados que nunca pero nunca habíamos estado tan incomunicados.
AHORA hay más centros comerciales que parques recreativos.
AHORA los niños matan zombis en X-BOX, pero ya no andan en bici, patineta o juegan rayuela.
AHORA la esperanza de vida aumentó, pero las ganas de vivir disminuyeron.
AHORA hay cosas mejores, pero también hay cosas mucho peores.
AHORA tenemos geolocalización en nuestros celulares, pero estamos más perdidos y desubicados que nunca.
AHORA los políticos son igual o peor que los de antes. Son los mismos pero amañados. Hablan, hablan y hablan, pero no cumplen.
AHORA la corrupción está peor que antes y les seguimos creyendo.
Pero: ¿QUE HAY DESPUÉS?
DESPUÉS, si no aprendemos del ANTES y del AHORA no habrá futuro. El futuro se volverá algo muy aciago e incierto.
DESPUÉS no seremos felices porque se nos olvida que el principal elemento del futuro es la FELICIDAD HUMANA SOBRE LA TIERRA.
Escucho a los líderes hablar de economía y política; pero nunca los escucho hablar de felicidad. De aprender a entablar y estrechar lazos humanos y duraderos, de aprender a vivir en comunidad y en armonía con los demás y con el medio ambiente.
EL DESPUÉS es incierto porque no hay coherencia de vida en nosotros.
El DEPUÉS está de locos, porque decía Albert Einstein: “Locura es pretender resultados diferentes haciendo exactamente lo mismo”.
El futuro es incierto porque respetamos más los problemas que a las soluciones. Porque no hemos entendido que la crisis es sólo un campo de oportunidad y que es la mejor bendición que nos puede suceder ya que sin crisis todo viento es caricia. La crisis hace que saquemos lo mejor pero también lo peor de nuestra naturaleza.
EL DESPUÉS es incierto porque exaltamos y callamos la crisis. Porque no entendemos que la peor crisis que hay en México es no querer luchar por superarla. Porque cuando escuchamos los mexicanos la palabra compromiso decimos con permiso. Porque somos apáticos e indiferentes a las realidades y el sufrimiento ajeno que un día no muy lejano nos alcanzará.
DESPUÉS no debe ser sólo la visión mediocre, chata y de corto plazo que los líderes políticos proponen para adueñarse del país, del estado y del municipio los siguientes tres o seis años.
DESPUÉS es la visión de un México incluyente para los siguientes 30 o 40 años.
DESPUÉS es la manera sustentable de vivir responsablemente. Tenemos que buscar AHORA las estrategias y formas en las que satisfacemos nuestras necesidades presentes sin comprometer a las generaciones futuras.
Tenemos que conversar con valentía, integridad y coherencia sobre él ANTES, afirmando sin miedo y con humildad todo lo que estuvo mal.
Tenemos que conversar con firmeza sobre él AHORA; es decir, sobre el presente tan aciago, ya que el México en el que estamos viviendo no me gusta ni para mí ni para nuestros hijos. Es el México más polarizado, inseguro y violento desde la Revolución Mexicana de 1910.
Tenemos que reconocer y conversar acerca de los liderazgos de AHORA ya que son los mimos de ANTES.
Traen del ANTES sus mismas mañas y demagogias de siempre. Pero AHORA se esconden tras la máscara del camaleón presentándose como la opción de cambio y transformación para el país.
Tenemos que meditar sobre aquella sabiduría popular que dice: “chango viejo no aprende maroma nueva”. Con el perdón de los changos.
Sólo con este tipo de conversaciones equilibraremos las razones y los valores de ANTES con las emociones y novedades del AHORA.
Sólo así podremos construir un mejor DESPUÉS para nosotros y para las futuras generaciones.
Pero para esto hay una sola condición:
Dejar de una vez por todas esa narrativa tan mediocre y jodida que tenemos los mexicanos de ser siempre las víctimas.
ANTES fuimos el resultado de nuestras elecciones. AHORA somos conscientes de que los únicos responsables sobre nuestra felicidad y el futuro somos nosotros mismos.
Si ANTES fuimos víctimas, AHORA somos conscientes de nuestra responsabilidad para DESPUÉS ser los líderes que México y el mundo necesitan.