El año pasado, Michael Hartnett, analista de Bank of America, bautizó a siete empresas preponderantemente tecnológicas con el mote de “Las siete magníficas”. No es para menos, el tamaño y crecimiento de estos siete gigantes es tal que sus ganancias son hoy iguales a las de todas las empresas que cotizan en Japón y significativamente mayores a las correspondientes en Reino Unido, por dar un par de parámetros.
El selecto grupo está compuesto, en orden de capitalización de mercado, por Microsoft, Apple, Nvidia, Alphabet (Google), Amazon, Meta Platforms y Tesla. Estas siete empresas, que en términos de número constituyen apenas 1.4 por ciento del índice S&P 500, concentran 30 por ciento de su capitalización total.
Desde luego las ganancias extraordinarias son buenas noticias para los inversionistas con acciones de cualquiera o varias de estas empresas. El problema, si hubiera alguno, radica en la elevada concentración que ya representan en términos de capitalización de mercado y en el muy alto grado de correlación que hay en los factores que determinan su desempeño. Todas están en el ramo de la tecnología y, de manera creciente, en la carrera de la inteligencia artificial (IA). Esto implica que cualquier problema que se presentara en la industria puede afectar a todas y generar un efecto cadena que implicara pérdidas masivas.
Para algunos comentaristas, esta situación guarda similitudes y riesgos con la nociva burbuja del Dotcom de principios de siglo. En ambos casos, el crecimiento estuvo detonado por el auge de una nueva tecnología, hubo dominancia de un grupo de firmas líderes y se dio un creciente entusiasmo por parte del público inversionista. Existen, sin embargo, diferencias importantes que deberían abonar a la tranquilidad.
En primer lugar, la experiencia de la burbuja de principios de siglo ha educado a los mercados para estar atento a estas situaciones y hay un monitoreo más informado sobre su evolución. Además, existen fundamentos relevantes en las siete magníficas que son destacadamente distintos a lo observado a principios de siglo, en particular en lo relativo al apalancamiento.
Si bien los niveles de apalancamiento en términos de deuda sobre activos son similares en ambos periodos, la naturaleza del mismo no lo es. Para las siete magníficas se observa una proporción mucho más elevada de deuda de largo plazo, lo cual la vuelve mucho más manejable. Por otra parte, el cociente de deuda sobre ingresos es significativamente menor actualmente de lo que se observó en el pasado. En ambos casos, es claro que las siete magníficas cuentan hoy con mayores elementos de estabilidad financiera de las que contaron, en su momento, las empresas que despuntaron en la burbuja Dotcom.
De cara al futuro, es de esperarse que algunas de estas empresas continúen su racha de crecimiento y otras se rezaguen, regresando el mercado a sus niveles normales. De acuerdo con el analista de Bloomberg Merryn Somerset, cualquier alto grado de concentración tiende a volver a la media histórica. A principios de la década de 1970, las cinco principales empresas de Estados Unidos constituían alrededor de 25 por ciento del índice. A finales de la década de 1970, esa cifra se había reducido a 15 por ciento y a mediados de la década de 1990 a cerca de 10 por ciento.
En cualquier caso, la evolución de las siete magníficas es un elemento en el que hay que mantener un ojo puesto y, si bien hoy el sector sigue siendo un muy buen prospecto de inversión, no debe perderse de vista que eventualmente todo lo que sube, tiene que bajar. Lo importante será anticipar en qué momento y a qué velocidad.
Alfa positivo. Agustín Carstens, gerente general del Banco de Pagos Internacionales, se suma a las voces que perfilan un aterrizaje suave para la economía mundial, es decir, moderación del crecimiento, pero sin caer en recesión. Señala que esto indica que las políticas antiinflacionarias se han llevado a cabo de manera adecuada en el mundo.