Politización y falta de transparencia son los nuevos ingredientes que poco a poco se van añadiendo a la pandemia por el virus SARS-CoV-2, causante del covid-19. La propagación del virus no ha podido ser frenada desde diciembre de 2019, y ha viajado por todo el mundo causando más de 3 millones y medio de contagios en el mundo y casi 25 mil en nuestro país.
Hemos pasado de incredulidad a la cuarentena en pocas semanas; de trabajos de 8 horas presenciales a 12 horas a distancia, clases en línea; consumo excesivo de información (muchas veces falsa), vaivenes emocionales y desabasto de algunos productos.
Nos han dicho que nos quedemos en casa y algunos hemos cumplido, los negocios medianos y pequeños exhalan su último aliento y los freelancers se comen las uñas ante las pocas perspectivas del mañana. Son muy pocas las buenas noticias. El escenario no es alentador.
Lo peor es que cuando creíamos que nuestras autoridades estaban sacando la casta y finamente estaban actuando como personas del servicio público, caen exactamente en las mismas malas prácticas de siempre.
Con una población temerosa, desinformada y confinada, deciden llevar agua a su molino repartiendo “apoyos”, que van desde gel antibacterial, cubrebocas, despensas y un largo etcétera.
La organización Quinto Poder recientemente publicó una investigación donde quedaba en evidencia que 29 de 40 integrantes del Congreso local con redes sociales activas estaba llevando a cabo algún tipo de entrega de apoyos personalizados con sus nombres o colores de sus partidos políticos.
Pero si hablamos de oscuridad, el portal de transparencia de gobierno estatal es el mejor ejemplo; toda la administración se les ha ido en cambios, reajustes y movimientos, malabares para no mostrar la información que por ley debería ser pública. Existe ahora una comprensible sospecha por parte de la sociedad civil organizada sobre el uso y destino del dinero para la emergencia en la atención del covid-19.
En tiempos de emergencia se necesita un servicio público transparente y una clase política que no se aproveche de la desgracia ajena.
