Hace 20 años como candidato a diputado recorría las calles de Zapopan. En algunas de ellas, me cruzaba con diminutos grupos de brigadistas repartiendo panfletos en blanco y negro, pero eso sí, con bocinas gigantes repitiendo una y otra vez la canción “naranja, naranja, naranja”. Sí, eran de Convergencia, un partido marginal que tenía como objetivo único vencer al porcentaje para salvar el registro nacional.
Ocho años después, el partido se transformó en Movimiento Ciudadano, teniendo como epicentro Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, y bajo el liderazgo de Enrique Alfaro se presentó a nivel estatal como una nueva alternativa política, desde la cual, se mostraba el cómo sí era posible mejorar la eficacia directiva de los gobiernos municipales.
Los resultados favorables de la administración de Alfaro en Tlajomulco sirvieron como plataforma para participar en una elección estatal. El resultado rompió el histórico bipartidismo jalisciense.
En la elección de 2015, bajo el liderazgo de Alfaro y la estrategia y financiamiento nacional de MC,se pintó de naranja la segunda metrópoli más grande de México. El partido se presentaba a nivel nacional como una emergente y atractiva fuerza política que se distanciaba de los partidos tradicionales.
Para 2018 nuevamente la estrategia y financiamiento nacional de MC se centraba en Jalisco, y con Alfaro al frente, se obtenía una victoria épica. MC aún sin estructura electoral nacional (había perdido registro local en 20 estados de la República), en número de gobernados se consolidaba como la tercera fuerza político-electoral en México.
En razón de tener una idea clara de lo que significa Jalisco electoralmente para MC, para 2021, a nivel nacional, solo ganó siete distritos electorales de los 300, todos ellos de Jalisco.Se obtuvieron poco más de 3 millones de votos, empero la tercera parte (950,006) correspondieron a Jalisco.
La votación de Jalisco fue casi siete veces superior a la de la Ciudad de México; cuatro a la de Veracruz; dos a la de Nuevo León; y superior a la suma de los votos obtenidos en más de 26 entidades federativas.
Cuando 2023 parecía ser el momento clave, las elecciones en Coahuila, Estado de México y el adelanto a las corcholatas y taparroscas con un candidato propio (no había mucho que pensar, era el propio Alfaro) era altamente probable colocar en el imaginario colectivo a MC como una tercera alternativa diferente a la de los partidos de siempre.
La hipótesis del alfarismo es que la inacción letárgica de la estrategia nacional, pone en riesgo la joya de la corona, sí Jalisco. Ante este escenario, Alfaro tiene la razón".
Para Dante Delgado, como presidente nacional (y dueño) de MC, la estrategia es correcta y va más allá de los intereses de Jalisco, espera colocar al partido como la segunda fuerza política de México. En este sentido, también Dante tiene la razón.
Bajo este contexto, resulta difícil imaginar en Jalisco, como a nivel nacional, a un MC sin el alfarismo, y un alfarismo sin MC.
La evidente preocupación e incertidumbre de la base política naranja, como socios de la construcción de movimiento, evidentemente anhelan una pronta y pacífica solución.
Alfaro y Dante (y nadie más), tienen la responsabilidad histórica de encontrar un punto medio, ya que está demostrado que en las batallas la unidad orienta al triunfo, y la división solo al juego de suma cero. Es decir, donde todos pierden.