Cultura

De peones de cuchara a maistros albañiles

Paz, como todos, cuando era joven no tenía un orden claro de sus ideas y creo que nunca lo tuvo en cuanto a las letras, pero alguien le dio la oportunidad, quizá Alfonso Reyes, recién iluminado por Enríquez Ureña, el arquitecto de la cultura literaria de México, le abrió la puerta y él, en cuanto pudo, como esos invasores de casas abandonadas, pronto se adueñó de ella, y a su vez le dio oportunidad a un grupo de novatos que la hacían de sus chalanes. Los que dirigían los suplementos literarios, las secciones culturales y las revistas, de circulación nacional, les dieron cabida a esos jóvenes imberbes que escribían de manera regular y que gracias a ello se fueron fogueando hasta que apareció el FONCA, el SIN y el SNCA que les dieron cobijo económico para que fueran progresando en el oficio de escritores al que luego, para ganar más dinero y como un candado para otros aspirantes, se dieron la variante de profesionalidad. Pero, igual, eran tan maletas como los que ahora se están postulando, porque en el oficio de escribir se va aprendiendo conforme se camina. De peones de cuchara a maestros albañiles no se hicieron de la noche a la mañana. No nacieron enseñados, como dice la gente. Así que se tuvieron que enseñar y aprendieron muy probablemente a gritos y sus mentores los deben haber pendejeado sabroso, como se acostumbraba en las salas de redacción de los periódicos. Así que ahora que se han posesionado a la fuerza de los lugares que tenían sus mentores, muchos ya muertos, se sienten los non plus ultra de la cultura- Y probablemente lo sean, gracias a las relaciones que hicieron con autores de otros países considerados avanzados como Francia, Alemania, Italia e Inglaterra, y que no hubieran podido conocer sin ese apoyo económico del Estado que, además, pagaba las presencias de esos escritores a los que imitaron sabrosa mente. No siempre es cierto el dicho “dime con quién andas, y te diré quien eres”, porque el conocimiento no es gripa, éste viene con el esfuerzo que el individuo pone y de su capacidad de asimilación, razonamiento, discernimiento, síntesis y creación de nuevas que, parece, no tenían esos herederos que, según sus mismos decires, se dedicaron a “poner en su lugar” a los semidioses de las letras mexicanas de aquellos tiempos. Leer, traducir o conversar con George Steiner, Derrida, Foucault o Augé, por ejemplo, no es garantía de ser persona culta. No hay ideas netamente mexicanas, no hay pensadores,  que hayan aportado nuevas cosas. 

George Steiner se quejaba de los muchos libros de interpretación y los pocos de creación, en un mundo donde anualmente se pubican más de cien títulos al año, porque no hay imaginación. Afirmar que un autor mexicano imita a Faulkner, a Melville o a otro, no es hacer literatura. Hacer novelas siguiendo las ideas de Roussel o de Thurvell es hacer copias, aunque esas ideas, como se dice para menospreciar, se tropicalicen. O no tienen memoria o hacen sesgos para chantajear al gobierno del Estado y decirle que sin ellos, como se decía antes por los europeos, México sería “tierra de indios”. Los intelectuales detentadores de la cultura muestran que la cultura no es nada más que una forma de negocio.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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