Es parte de la naturaleza humana, supongo. Dejar a la suerte, la casualidad, los astros o la madre que les parió la explicación de aquello que carece de sentido. Echarle la culpa de lo que pasa a Mercurio retrógrado, a la pacha mama, a las vibraciones o al concepto de moda es, al parecer, la norma para estar a tono con estos tiempos.
Afortunadamente las voces que pugnan por poner un poquito de sentido crítico a esta vida loca suenan cada vez más y mejor. Odín Dupeyrón habla de dejar de creer en el pensamiento mágico pendejo como filosofía de vida. Como ejercicio cotidiano basado en la motivación, por esencia finita y pasajera. En la idea del “echaleganismo” y en el manoseo de la actitud mental positiva como el camino idóneo para que todo salga bien, aunque esté mal.
Dejar la responsabilidad de los actos a entidades que no tienen vela en el entierro puede ser balsámico, pero no por ello menos absurdo. Comprendo la inercia humana por dotar de valor a los arquetipos, pero de ahí a conducirse como si fueran la piedra angular que gobierna la existencia es otro asunto.
Y eso explica que un cierto tufo a envidia se respirara en el aire el fin de semana pasado. Durante la ceremonia protocolaria de coronación de Carlos III y su cónyuge algo pululante dejaba ver la mezquindad corroer las buenas conciencias. El hecho de que Camilla Rosemary Shand, ahora reina consorte británica, se haya salido con la suya quedándose con el rey y dejando en la muina a los fans de Lady Di, no es sino un ejemplo de cómo cae por su propio peso la idea de que el malo siempre tiene su merecido.
Desde luego, no faltaron en redes sociales quienes advirtieron la lección de tozudez que ha acompañado a Camilla las últimas cuatro décadas. Así, quedarse con el premio mayor luego de ser tachada de La-otra, como si la monarquía británica fuera una telenovela de cuarta (en todo caso, si algo fuera es una especie de sitcom chafa mezclada con reality show), lo único que indica es que “La Cami” es la nueva reina, nada más y nada menos.
Pensar que por haber actuado de forma inmoral merecía otro destino es como esperar que a los malos les vaya mal por serlo y a los buenos bien por mera oposición. La antítesis del pensamiento mágico pendejo sostendría que las consecuencias de los actos de cada quien son resultado de la suma de hechos y decisiones, no de influjos misteriosos que gobiernan la vida. Pero es más fácil conducirse como si alguien más rigiera los destinos. Y más cómodo hacerse como el tío Lolo ante el impacto de lo que se produce en el día a día.
En todo caso, más que criticar a la otrora Parker Bowles, merecería un profundo análisis con sentido social la persistencia monárquica que se antoja anquilosada, absurda e insultante. Pero ese es un tema para el que, al parecer, muchos aún no están listos.