La Gran Pirámide de Guiza, asombrosa y portentosa. También conocida como Pirámide de Keops, la más antigua de las Siete Maravillas del Mundo.
Pero Egipto puede presumir hoy a otra nueva maravilla. Una fascinante obra modernacon atributos de faraónque seduce al mundo con la pelota. Una magna creación con músculos en lugar debloques de piedra.
Mohamed Salah, el hombre que ha venido a interrumpir la conversación entre los dos más grandes del presente. Un egipcio que acapara la atención del juego mundial y que hoy tendría derecho para sentarse en la misma mesa de Messi y Cristiano Ronaldo si la tertulia fuera por actualidad y no por títulos.
Qué bien le hace al futbol la aparición de un nuevo invitado que pueda competir por las portadas en los principales diarios. Tremendamente sano que a distancia, se pueda ver a un fulgurante futbolista que funja como extintor cuando canse el interminable debate sobre quién es mejor si Messi o CR7.
Altruista en la cancha y fuera de ella. Asiste para que otro defina la jugada de la misma forma en que proyecta un hospital en su país natal. No le incomoda ser el que deba arrastrar el esférico para llevarlo a la línea de fondo. Lo disfruta tanto como marcar un doblete Champions League.
Completo, técnico, goleador y experto en el manejo de las velocidades. Sabe cuándo serenarse y cuándo dinamitar. Hoy no sólo es la carta fuerte de Egipto, sino la esperanza de que en Rusia nazca, o en este caso, se fortalezca, un estrella más dentro de la constelación de los grandes. Lo tiene todo.
En Liverpool ha encontrado su hábitat ideal para sentirse pleno y conquistador. Ha llegado a una fábrica de goles de altísima producción. Un genio, un poeta. Enigmático e irradiante, como toda pirámide que nunca deja de seducirnos con recónditos secretos.
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