La política mexicana se cimbró ante el anuncio de una decisión notable: la renuncia de Marcelo Ebrard a sus aspiraciones presidenciales, tras lo que denominó como “un acuerdo” con Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena. El suceso merece por sus implicaciones un análisis detallado.
Esta no es la primera vez que Ebrard toma esta decisión. Ya en el pasado cedió ante Andrés Manuel López Obrador (AMLO), hoy presidente de México. Sin embargo, la reciente declinación presenta diferencias significativas. Si bien en el primer caso hubo un acuerdo de caballeros entre dos contrincantes que se respetaban, en esta ocasión la relación con Sheinbaum ha sido tensa y forzada. Claudia y Marcelo no son contrincantes, se volvieron enemigos.
Ebrard en realidad no tenía demasiadas opciones. Romper del todo con Morena hubiera tenido consecuencias muy incómodas para él. Primero, el gobierno habría desmantelado su amplia red de apoyo tanto en México como en el extranjero, despidiendo a los cientos de funcionarios incondicionales que logró colocar en los últimos 5 años. Encima de esto, sin el respaldo de una estructura partidista sólida o usando una prestada, su campaña hubiera sido sólo una anécdota política más: no tenía oportunidades reales de ganar.
Pero ni Ebrard ni Sheinbaum son ingenuos. Ambos saben que, en política, ningún líder puede dejar vivo a su enemigo. Sheinbaum acepta esta tregua porque está en campaña y no puede fomentar divisiones internas. Ebrard, por su lado, parece estar jugando una última y arriesgada apuesta: el fracaso de Sheinbaum.
“La señora”, como ya se le llama dentro de Morena, enfrenta un escenario complejo. A pesar de ser la candidata favorecida, le cuesta trabajo conectar con la gente, carece de habilidad mediática, le falta paciencia y enfrentará competencia. Si hoy fueran las elecciones, claramente ella ganaría, pero no son hoy y sus limitaciones pueden hacerla perder una elección ganada. Esta es una posibilidad que no escapa a Ebrard, quien sabe que en política diez meses son una eternidad. Si a Sheinbaum le lloviera sobre mojado, él sería la opción natural para salvar un proyecto que el presidente no va a dejar perder.
Es así como creo que Ebrard ha optado por la “clau-dicación", esperando que el tiempo y los acontecimientos jueguen a su favor: un movimiento pausado y pensado, que por lo menos le extiende el plazo para lo que, de cualquier modo, hubiera sido su muerte política dentro del movimiento lopezobradorista. Y es que, si todo le sale bien, podría pasar de ser el villano de una triste historia al héroe de quienes hace unos días ya lo estaban enterrando. Y si las cosas no le funcionan, al menos podría aspirar a algo no tan peor: su “clau-reivindicación”. Y hasta aquí la especulación de unión fraternal de tu Sala de Consejo semanal.