Cultura

Sean Penn como periodista

En medio de la polvareda que días antes había levantado la recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán, la noticia de que el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, había sido galardonado con el Premio Don Quijote de Periodismo (por un artículo publicado en el diario español El País acerca de la ciudad de Cusco, Perú) pasó un tanto desapercibida. Su discurso de recepción de este reconocimiento, sin embargo, nos brinda algunas ideas sobre lo que hemos venido discutiendo en, desde y frente a los medios de comunicación a partir de la incursión "periodística" de Sean Penn en el Triángulo Dorado en octubre del año pasado, que devino pista fundamental para la reaprehensión del narcotraficante más buscado del planeta.

Los señalamientos de Vargas Llosa son duros con el periodismo en general, porque éste, según él, "ha perdido la seriedad y la influencia que tenía". Para el autor de La tía Julia y el escribidor, quien se inicio en el periodismo como plataforma de su carrera literaria, la profesión de periodista se ha "banalizado" mucho y "se ha convertido en una forma de entretenimiento y diversión". Las tecnologías son formidables y asombrosas en diversos sentidos, pero Vargas Llosa nos dice que se ha perdido mucho en otros terrenos: "Antes lo que decían los periódicos era una verdad que se acataba y era uno de los grandes instrumentos de la cultura con el que se contaba. Hoy, salvo excepciones de una minoría que se interesa por el periodismo de investigación o de opinión, el periodismo es un instrumento de diversión".

Desde luego que las palabras del nobel son un valioso aporte para una discusión mucho más amplia, pero me ceñiré por el momento a esta coyuntura en la que muchas cosas han sido removidas no solo en los medios de comunicación tradicionales sino especialmente en las redes sociales. ¿Es Sean Penn, además de un actor mimado por Hollywood, periodista? Nadie debería regateárselo. Supongo que, como cualquier otra persona que está en condiciones de realizar una entrevista o dar a conocer algún asunto de interés, lo ha sido y puede seguirlo siendo. Nadie puede ponerlo en duda.

Lo que desde mi punto de vista sí está en entredicho es su calidad como tal si consideramos la complacencia frente al personaje que entrevistó (muy parecida a la que antes mostró con otros personajes del espectro político latinoamericano muy de su gusto, como Hugo Chávez, Cristina Kirchner, Evo Morales y Raúl Castro), y aun los medios utilizados para realizar su encuentro, que tal vez en este caso, en alguna medida, rozan la ilegalidad (pero eso lo determinarán quizás las líneas de investigación abiertas).

Pero de lo que no tengo duda es de que el periodismo que ha practicado Penn hasta ahora es uno que pone en el centro su protagonismo las ideas progres que dice representar, el nulo cuestionamiento crítico de sus fuentes (y entrevistados), la lógica de "todo por la fama" y, en suma, la visión del periodismo como un ejercicio farsesco. Por eso su entrevista al Chapo no nos enseña nada, tan solo le da voz a un personaje cuyos talentos tienen que ver más con ordenar ejecuciones o reclutar descuartizadores que con explicar su actividad o, como esperaba Penn, con iniciar un debate sobre las drogas.

Y hay que reconocer que, en todo esto, los modelos de actuación del señor Penn provienen, desgraciadamente, del peor periodismo: "investigadores" que fueron una semana a Culiacán y regresaron con biografías impactantes de algún capo; plagiadores del trabajo de los reporteros locales; sensacionalistas y oportunistas que podrían dar cualquier cosa no por la información sino por su "prestigio"; redactores llenos de taras ideológicas y carentes del más mínimo sentido común; superestrellas de la información (es decir, del espectáculo) que viven de sentirse perseguidos, "pinchados" o espiados todo el tiempo, a sabiendas de que su trabajo no tiene ninguna sustancia o valor y que no encierra ningún peligro, jugando grosera y estúpidamente con lo que a otros (periodistas de verdad) les ha costado la vida.

No es extraño, entonces, que la socia del actor estadunidense en toda esta aventura sea un personaje como Kate del Castillo, de quien yo no sabría casi nada de no ser porque un día otros colegas periodistas de la estirpe de Penn le reconocieron carácter de líder de opinión cuando dijo que confiaba más en el Chapo que en el gobierno mexicano (algo que ha demostrado fehacientemente y hasta con grotesca candidez).

Y hay que reconocer además que tienen su público: aquellos que en las redes sociales defienden a Kate contra los infundios del mal gobierno; esos que confían más en Penn que en los analistas serios; los que creen solo en el periodismo comprometido y desprecian a los comunicadores que, simple y modestamente, intentan hacer su trabajo (informar), sin buscar ajustar la realidad a sus prejuicios ideológicos o políticos.

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Ariel González Jiménez
  • Ariel González Jiménez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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