No hace mucho leí un libro de la profesora Remedios Sánchez, en la editorial Akal titulado Así pasen treinta años… Historia interna de la poesía española contemporánea. La autora comienza reflexionando sobre el concepto de canon en la poesía española contemporánea y se refiere, igualmente, a la construcción de las generaciones literarias, así como al camino hacia el nuevo discurso poético. Digamos que parte de una historia de la poesía española que nace de la promoción de los poetas de posguerra hasta la Generación del 50. De nuevo, como han hecho otros muchos críticos, reivindica la “grandeza” de la poesía del 50, que se ha exagerado y abultado, pues en ella hay buenos poetas, no cabe duda, pero la verdadera grandeza, y casi la única del siglo XX, estuvo en la Generación del 27. Lo que vino después estuvo bien parcialmente, así poetas como Claudio Rodríguez, Antonio Gamoneda, José Ángel Valente, Ángel González, José Hierro (éste, muy auténtico, pertenece ligeramente a la generación anterior) hicieron un papel digno pero nunca de la categoría de los poetas de la generación del 27. Y luego ya vendrían otros como Caballero Bonald, Gil de Biedma y Goytisolo, que estarían en un segundo plano a pesar de la fama obtenida, aunque se olvidaron los popes de aquel momento y de momentos posteriores de señalar a Soto Vergés, Hilario Tundidor, Rafael Guillén, y a muchos otros. También pasan desapercibidos en nuestra historia literaria poetas de la generación del sesenta como Pedro Rodríguez Pacheco, Antonio Hernández, Ángel García López, etc. También hicieron desaparecer a la generación de Cántico, poetas de una finura y un esteticismo impecable, que fueron imitados con brillo por los Novísimos como Pedro Ginferrer, Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Carvajal...
La magia de la poesía es caprichosa e injusta, porque de repente se produce una involución y un grupo de jóvenes decide en los años ochenta del pasado siglo venerar de nuevo a los casi olvidados poetas sociales del 50 y de ahí nace algo llamado “La otra sentimentalidad”, un nombre que no se entiende. Se trata de escribir claro, transparente, donde los poemas parecen canciones de Sabina y a pesar de las propuestas y de surgir movimientos éticos que defienden la libertad creadora, como la Diferencia y otros menos sonados que surgieron después, se impone el discurso fácil de las palabras corrientes, cómodas, llevadas a un pobre alegato poético que se convierte en hegemónico y hay un decaimiento de la poesía española en el ámbito internacional que lleva cayendo en picado desde hace más de 30 años.
Remedios Sánchez hace un esfuerzo indiscutible pero el poder de la hegemonía poética nacional la lleva por los senderos que todos conocemos. Cita a muchos poetas pero sólo estudia a los de siempre. Ella le llama a este fenómeno el poder de la palabra, más adelante el realismo expresionista. Y no hay maldad en ella, incluso hay que felicitarla, pues es su forma de entender la poesía española, y además sigue sus gustos y a sus amistades, y de verdad que no se olvida de mencionar a todo el que ha sido y es algo en la poesía española. Imagínense que todavía estuvieran de moda las canciones de Manolo Escobar y las suyas fueran las únicas. Esa es la poesía sentimental que desde el punto de vista estético no aporta nada y es un fenómeno caduco que mantiene a la poesía española en un callejón sin salida. Los críticos, los profesores no son capaces de ver la realidad. Repito, el trabajo de la Dra. Remedios Sánchez es encomiable, no se olvida de nadie, aunque sólo estudie la hegemonía de la canción facilona. Eso, como las canciones de Sabina machistas de la chica aquella que “tenía la lengua muy larga y la falda muy corta”, y a pesar de todo la gente aplaude a rabiar.