Hay dos cosas que se pusieron de moda ahora que Arne aus den Ruthen Haag, el City Manager de la delegación capitalina Miguel Hidalgo, ha salido tanto en las noticias: el término "balconear" y el debate sobre la validez de utilizar herramientas que proporcionan las redes sociales para exponer a ciudadanos que presuntamente cometen alguna falta a las reglas de civilidad.
Sobre lo primero, hay que reconocer que el funcionario panista (¿ o ex panista? En 2011 renunció al PAN porque no estaba de acuerdo con el proceso de nominación blanquiazul para la candidatura al Gobierno del Distrito Federal) ha sabido posicionarse como azote (vigilante, le llama cierto sector anglizado en los medios) de guaruras que estorban y señoras que tiran basura en la vía pública.
Utilizando Periscope, la herramienta de Twitter para transmitir videos que permite que sus usuarios puedan comentar en tiempo real, Arne consiguió detonar un circo de opiniones de varias pistas en el que, como sucede con muchos temas que involucran a las nuevas tecnologías, cada quien jala agua para su molino.
Los haters de Arne dicen que viola los derechos humanos de las personas al exhibirlas en falta, al grado de humillarlas. Los fans dicen que es un funcionario que trabaja y lo demuestra en tiempo real y que nada difiere de lo que en su tiempo hiciera el famoso Óscar Cadena y su Cámara In Fraganti.
Y otros más dicen que es como el burro que tocó la flauta: con un poco de suerte consiguió instalarse en el centro de la opinión pública por la liviandad de las redes sociales.
El chiste es que don Arne le ganó la partida, con mucho, a los que no pensaban que por estos pagos las redes sociales y herramientas específicas como Periscope (o Snapchat o Instagram...) pueden ser el futuro de las campañas políticas.
Ya lo demostraron el actual gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, y el diputado independiente local de Jalisco, Pedro Kumamoto. Hacer campañas por las redes es barato y rentable electoralmente. En la Ciudad de México no se había visto un ejemplo así, quizá porque la densidad y la masa crítica en cuanto a usuarios en la zona metropolitana impide una conversación homogénea en la que sectores populosos se ocupen de un mismo tema.
Y eso es lo que consiguió Arne. Desafortunadamente para él, esto no será una revolución porque su interés no es ni auténtico ni genuino. Más bien, está presente el tufillo de la agenda política y la inconsistencia (a pesar del perfil suizo-germano que le gusta proferir) en su carrera.
Porque el señor ya fue delegado en Miguel Hidalgo y de orden impuesto no se le recuerda nada y sí algunos atisbos de jugueteo contestatario, como cuando él y 300 adláteres bloquearon los accesos al Ayuntamiento del GDF hace unos años con una batucada. Eso ahora hubiera sido trending topic.
En ese mismo jugueteo se inscribe su uso de Periscope. Y es algo bien elegido. Hace tres años, esta herramienta fue concebida por dos emprendedores que querían mostrar imágenes de algunas protestas en Turquía. Y hace justo un año, Twitter la adquirió (por un monto que algunos ubican en los 50 millones de dólares). Desde entonces ha crecido en relevancia y en aplicaciones.
En determinado momento, de hecho, se le consideró como el futuro de los medios y el renacer del periodismo ciudadano (luego de intentos como iReporter, de CNN y la coreana OhMyNews). El día en que Twitter presentó como suya la app, Periscope fue el medio preferido de muchos para seguir en vivo todo lo relativo a un incendio en Nueva York.
Y hasta ahí no ha pasado mucho. Por ello, es una pena que México no tenga la relevancia que amerita detonar una revolución mediática. De otra forma, lo que hace Arne, o lo que hicieron El Bronco y Kumamoto, nos estaría ubicando al borde de una nueva manera de hacer política.
Pero creo que se acabará imponiendo la politiquería y el falso ánimo conservador. La opinión pública acaso terminará conformándose con cruzados que exponen a funcionarios prepotentes y empresarios soeces.
@alex_angeles
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