Una de las necesidades ingentes del incipiente Estado Mexicano del siglo XIX era la educación. Por eso se creó la Dirección General de Instrucción Pública, una idea de Valentín Gómez Farías, que vino a nutrir la Ley Orgánica de Instrucción Pública promulgada por Benito Juárez con la ayuda del ideólogo Gabino Barreda.
La idea fundamental era el establecimiento de la enseñanza elemental gratuita y la secularización de la enseñanza, para brindar a los educandos el conocimiento racional y científico desprovisto de cualquier influencia religiosa.
En el año 1905 se determinó la creación de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, sustituida años después por la Secretaría de Educación Pública, cartera de gobierno que ha sido honrosa anfitriona de glorias de la cultura como Agustín Yáñez, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, y por supuesto el gran Maestro y auspiciador de los libros de texto gratuito, como fue Justo Sierra Méndez, de cuyo talento brotó un innovador sistema educativo y un imprescindible libro de Historia Patria.
Durante el Gobierno del Presidente López Mateos se diseñó el Plan Nacional para el mejoramiento y expansión de la enseñanza primaria, y el 12 de febrero de 1959 se creó por Decreto Presidencial la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, un sistema diferente al Porfirista que compraba libros en las librerías y los distribuía gratuitamente para el fomento de la educación; en el gobierno de Lopez Mateos la idea era que el propio Gobierno a través de una dependencia de la Secretaría de Educación Pública, los editara y distribuyera para complementar la noción de gratuidad de la educación primaria o elemental.
De esta manera, el libro de texto gratuito se convirtió un canal obligatorio e ideal para la difusión ideológica del gobierno, y con ello el riesgo de ser desvirtuado como medio de divulgación de la cultura para ser destinado a un manejo a conveniencia de las conciencias de los educandos perdiendo su fin primordial de instruir.
Cuando José Vasconcelos estuvo como rector de la UNAM se distribuyeron gratuitamente mas de un millón de ejemplares del Libro Nacional de Lectura y Escritura, mientras la SEP reeditaba la Historia Patria de Justo Sierra. Pero en la década de los treinta se imprimieron casi medio millón de ejemplares para distribuirse en escuelas rurales tratando de implantar la educación socialista, una muestra de lo tendencioso que puede resultar el texto oficial.
He aquí el doble filo de los libros de texto gratuitos. Divulgan cultura pero buscan adoctrinar y la educación debe estar desprovista de tendencias y ser objetiva; debe brindar al educando el conocimiento de la ciencia y la cultura para despertar su capacidad de análisis, síntesis y aplicación práctica. Usarlos como propaganda de un sistema sociopolítico es tergiversar su propósito y pervertir su destino.
Abel Campirano