La obra dramática de Lope de Vega, Fuenteovejuna, puesta en escena en el siglo XVII, cuya trama, basada en hechos reales en un pueblo Cordobés, dicen los que saben que es el prototipo iconográfico-teatral de la “unión del pueblo contra la opresión y el atropello”.
La historia de la muerte de don Hernán Pérez de Guzmán, Comendador Mayor de Calatrava, tiene un diálogo reiterado: ¿Quién mató al comendador? ¡Fuenteovejuna señor!
Notivox (sábado/domingo 12 de septiembre, 2021, página 12) publica una nota firmada por nuestro compañero Juan Carlos Munguía, cuya cabeza dice: “Vecinos hacen justicia por su propia mano y asesinan a dos ladrones”.
Parafraseando la obra del célebre Fénix de los Ingenios del siglo de oro español, preguntaremos: ¿Quién asesinó a los ladrones? La respuesta no debería incriminar a los vecinos de la Colonia Paseos del Valle en Tlajomulco, no, la respuesta debería ser: ¡Fuenteovejuna señor!
En muchas partes del país se replican los intentos de linchamiento; muchos de ellos han sido fatalmente cumplidos. El pueblo está cansado de la incompetencia de las autoridades para frenar la delincuencia. Fuenteovejuna está ejerciendo justicia por su propia mano.
La Ley del Talión, que se originó en el Código de Hammurabi, aquellas 282 leyes inscritas en piedra por el Rey Babilonio, pareciese que volvieran del pasado para reprimir a la delincuencia vía las propias víctimas.
En teoría, el Estado debería proporcionar a los ciudadanos la paz y la tranquilidad, el orden y la seguridad. No lo hace. Es una realidad que no se puede ocultar por más que se maquillen y manipulen cifras. La delincuencia ha rebasado al gobierno.
En la práctica, los ciudadanos estamos a merced de los delincuentes; por eso surgen los Fuenteovejuna. No se justifica hacerse justicia por mano propia, pero se explica por la incompetencia del Estado para brindar la seguridad que se requiere.
Si se exige el pago de impuestos conforme el artículo 31 fracción IV de la Constitución, también debería garantizarle el respeto a los 14 y 16 de la Carta Magna, que por ahora solo sirven de tapete a la delincuencia. Para exigir, primero hay que cumplir.