Una de las muestras mas claras de la ineficiencia en materia de seguridad pública fue el feminicidio de Luz Raquel Padilla Gutiérrez. La Fiscalía anticorrupción se avocará ahora a deslindar responsabilidades interinstitucionales para, de ser posible, imponer sanciones a los responsables por omisión. Casi seguro que el proceso irá perdiendo actualidad conforme pase el tiempo y dormirá como muchos otros, el sueño de los justos.
Con todo y el nuevo sistema penal acusatorio implementado por el entonces presidente Enrique Peña, las fallas tan notorias en su implementación impiden que se apliquen adecuadamente las sanciones a los causantes de delitos, lo que revela la responsabilidad del Estado que es el encargado de brindar la seguridad y protección ciudadana.
De la información que circula en prensa y redes, se desprende que absolutamente de nada le sirvió a la hoy fallecida el haber presentado denuncias, solicitar ordenes de restricción, el colguije de emergencia, y hasta la reunión con gente del gobierno en los días previos a su muerte, en la que buscó inútilmente llamar la atención respecto de un problema que es objeto de artículos, comentarios, reportajes, coloquios y discusiones, mucha protesta, muchos colectivos, marchas y manifestaciones, pero cero trascendencia, porque los feminicidios quedan en su mayoría impunes y no se evitan.
Bien sabida es la ineficacia de las denuncias; significan no solo pérdida de tiempo, intrascendencia con su seguimiento por parte de las autoridades, y el eterno reparto de responsabilidades; nadie se hace responsable e incluso se procede a la re victimización, culpando a las propias víctimas por haber estado en el lugar y momento equivocados.
Muchos casos han alcanzado notoriedad y trascendencia porque han contado con el auxilio de los medios de comunicación que han coadyuvado a darles difusión y mantenerlos vigentes y no solo eso, sino que, con el escaparate mediático, obligan a las autoridades a manifestarse de una forma o de otra, pero cuantos muchos otros existen perdidos en el anonimato y que sin embargo tienen iguales o peores consecuencias en el seno de la familia y la sociedad y con ellos no pasa absolutamente nada.
El discursito no sirve de nada; las frases desgastadas son las de siempre: "se seguirán los casos hasta sus últimas consecuencias", "se aplicará todo el peso de la ley, caiga quien caiga","por encima de la ley nadie y al margen de la ley nada"; "hacemos una enérgica condena", "se está trabajando" y otras por el estilo, palabras huecas, demagógicas, y que lastimosamentelejos de llevar un mensaje de esperanza, suenan a mofa del Estado que muestra su incompetencia, su frivolidad y falta completa de sensibilidad y empatía.
No le busquemos más, fue el Estado.
Abel Campirano Marín