Política

El hábito si hace al monje

Dependiendo de la época, la región, la cultura, las costumbres, el código de vestimenta es el conjunto de reglas o normas sociales generalmente aceptadas por cuanto a la forma como deben vestirse hombres y mujeres para cada ocasión.

Por citar un ejemplo, la falda escocesa simboliza en aquél país su identidad social o cultural, sin que atente para nada en contra de la masculinidad; durante el siglo XIX, las mujeres se distinguían por sus crinolinas, los polisones, los corsés y por supuesto el infaltable sombrero lleno de encajes, plumas y flores que incluso hoy día son propios de la realeza inglesa en sus actos sociales y ceremonias oficiales.

En el caso del hombre, también la moda ha evolucionado; baste repasar la vestimenta varonil del siglo XVIII, con pantalones de talle largo ajustados, con una chaqueta de doble botonadura, de preferencia de bronce, y con la levita o faldón y se mezclaban tanto el calzado plano de hebilla como las botas, el sombrero de copa y el bastón de paseo.

En fin, podríamos repasar sendos tratados de la historia del vestido, para ver cómo ha evolucionado al paso del tiempo el código de vestimenta.

Empresas que conozco tienen uniformes asignados a sus empleados, para marcarles el orden en esa regla que, contrario a lo que parezca, si es una regla escrita en los reglamentos Interiores de Trabajo de las Empresas, pues de lo contrario cada uno iría a laborar vestido de la forma que guste, unos formales, otros informales, y quizá algunos hasta en pijama o ropa interior.

Por eso, en las invitaciones a eventos sociales como las bodas o los quince años, se indica cual es el código de vestimenta, y ya sabemos que si es formal, así es como habremos de presentarnos.

Este prefacio viene a colación, para poner en contexto el sentido de mi artículo. En los últimos días he visto en la prensa y en los noticieros televisivos, al gobernador del estado Enrique Alfaro y al gobernador electo Pablo Lemus, vestidos de manera formal en los actos públicos y de gobierno.

Me da mucha satisfacción. El hábito sí hace al monje. Cada uno tiene su forma y estilo de vestirse, eso me queda muy claro. El desaparecido Jorge Vergara impuso la moda de no usar calcetines; Ricardo Lavolpe el ex-técnico del Atlas, hizo lo propio usando jeans con blazer azul marino, y otro deportista, Roberto Matosas, fue de los primeros que ví con traje azul y zapato café.

Volviendo al terreno de lo político, con el presidente Luis Echeverría, se dio un giro al código de vestimenta presidencial y de los políticos en general.

Así como Ruiz Cortines en la última fase de su sexenio y López Mateos abandonaron el sombrero, Echeverría dejó de lado el traje y puso de moda la guayabera, y aunque en algún tiempo López Portillo también le dio por lo vaporoso, regresó al uso del traje, y ya no se diga Miguel de la Madrid.

Vino el Presidente Fox y se dio otro cambio; la hebilla del pantalón, mostraba un enorme caballo o una herradura y el uso de las botas con traje desentonaban con la imagen tradicional de nuestros presidentes vestidos impecablemente.

Hay quienes se visten con traje y sombrero vaquero, como el señor Embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, y otros más con traje y sin corbata, que es otro tema, otros con pantalones sujetos con tirantes, otros más con corbata de moño o pajarita, en fin, en gustos se rompen géneros.

Por lo que se refiere a nuestros gobernadores, de los que recuerdo, González Gallo, Agustín Yáñez, Orozco Romero, Gil Preciado, Medina Ascencio, prácticamente todos usaban traje y corbata. El ingeniero Alfaro no se caracterizó por su uso, su vestir informal desentonaba con su investidura.

Afortunadamente el señor gobernador constitucional vuelve a usar traje, y aunque no use corbata, lo muestra más acorde con su cargo, se ve más elegante, más distinguido, hasta más delgado; lo mismo Pablo Lemus, que también viene de buena cuna, ahora ya no anda de tenis, mezclilla y camisitas, sino con traje y corbata, muy elegante, de acuerdo con lo que es y representa.

Ahora sí se ven bien, se distinguen; realmente parecen lo que son, Gobernador Constitucional uno y Gobernador electo el otro. No cabe duda, el hábito si hace al monje, que les pongan la muestra a otros gobernadores que por andar proyectando juventud o cercanía popular, parecen todo, menos gobernantes.


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Abel Campirano
  • Abel Campirano
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