El presidente Volodymyr Zelenzki denunció ante la comunidad internacional los crímenes de lo que llamó un ejército de asesinos y torturadores, al encontrarse en la ciudad de Izium, al este de Ucrania, cientos de cuerpos enterrados una vez que el ejército ucraniano recuperó esos territorios invadidos por el ejército ruso.
El estupor es enorme. 450 tumbas en las que se encontraron niños con evidentes huellas de tortura son los mudos testigos de la barbarie de una guerra explicable solo por los delirios de una mente diabólica.
La población civil de Ucrania ninguna culpa tiene del conflicto bélico en que se ha visto inmersa gracias a la ambición retrógrada del líder ruso que ahora ha anunciado una convocatoria para enlistar alrededor de 300,000 reservistas para obligarlos a ir a la guerra, lo que ha ocasionado protestas de miles de rusos que se niegan a seguirle el juego.
Las leyes penales del país invasor contienen severas sanciones en contra de quien critique al ejército o tenga la osadía de llevar a cabo manifestaciones, pero ni eso evitó que cientos de personas salieran a las calles de Moscú y San Petersburgo a protestar, y hasta ahora han sido detenidas al menos 1,500 personas.
Las palabras de una moscovita, son sobrecogedoras: "No tengo miedo. No tengo miedo a nada. Lo más valioso que nos pueden arrebatar es la vida de nuestros hijos. No les daré la vida de mi hijo".
Ahora que el Presidente Biden acudió a la sede de las Naciones Unidas el pasado 21 de septiembre, en la apertura de la septuagésima séptima sesión de la Asamblea general de las Naciones Unidas, dijo que Rusia estaba intentando "borrar del mapa" a Ucrania.
Su discurso fue incendiario. Pero de ahí no pasó. De nada sirve que 141 países reunidos en la Asamblea hayan condenado de modo inequívoco la guerra de Rusia contra Ucrania y que se hayan destinado más de 25,000 millones de dólares para brindar ayuda humanitaria y apoyo económico a ese heroico país a seguirse defendiendo de las garras del oso ruso.
El mismo presidente Biden citó en su discurso la frase de Harry S. Truman, que en alusión a la Carta de la ONU, "las naciones y los hombres pueden exponer sus diferencias, pueden afrontarlas y luego pueden encontrar un terreno común en el que apoyarse".
Pero todo eso es hueco. De nada sirve que la comunidad internacional exprese su consternación, que Biden critique a Putin y que el Papa Francisco se muestre profundamente preocupado por la situación.
Basta de discursos. Los delitos por crímenes de guerra están a la vista. Es tiempo que se inicien los procedimientos respectivos conforme el Estatuto de Roma de 1998, ante la Corte Penal Internacional. Mientras que todo quede en discursos, críticas, consternaciones y preocupaciones cuando miles de ucranianos inocentes sufren la feroz invasión de su patria se seguirán perdiendo cientos y quizá miles de vidas.
Por encima de las armas están las leyes. Es tiempo de que se llame a juicio a Vladimir Putin por crímenes de guerra.
Abel Campirano Marín