Por: Alina Hernández Aguilar
Ilustración: Cecilia Ruiz, cortesía de Nexos
Una de las conversaciones que suscitó la tragedia fue sobre qué y por qué se constituye “la periferia” de Ciudad de México, esa que apenas hace un par de años un medio internacional denominaba “la nueva Berlín”. ¿Por qué nos sentimos cómodos asumiendo que una delegación donde habitan 400 000 personas es un territorio limítrofe? ¿Dónde está, en realidad, la frontera de la ciudad que merece la atención de medios y de autoridades y que la separa del espacio en el que la Ciudad y el Estado de México se diluyen en el mito de la “zona conurbada”? De manera más importante, ¿qué relación ha construido el Estado con esos territorios que los propios gobernantes mantienen como periféricos? ¿Qué consecuencias tiene esa distancia geográfica, política y simbólica en la vida de las personas que viven ahí? La respuesta a esas preguntas la dio Miguel, quien “habitaba” bajo el puente del metro y cuyo testimonio ejemplifica las muchas tragedias que coinciden, que se traslapan, en Tláhuac.
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