Por: Ángeles Mastretta
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
He pasado días leyendo las historias de vida, la relación de sus obras, muchos de los textos que escribieron estas personas excepcionales. Fue como entrar a una fábula de fábulas. Pueblos remotos de los que salieron artistas que conquistaban a sus compatriotas con quienes coincidían en sus ciudades o en países como Polonia, Rusia, Alemania, Hungría, Francia, Inglaterra, Norteamérica. Impresionantes viajeros. Muchos de ellos, porque no les quedaba más remedio, recorrieron el mundo huyendo y estableciéndose lejos, sin dejar nunca de llamarse ucranianos. Cuando vemos a los niños de Ucrania huir del horror, tomados de la mano de sus madres, hablando de sus papás entregados al destino de seguir defiendiendo a su país, tantas veces despedazado y repartido, nos lastima y espanta su pena: nada podemos hacer por ellos, nada para librarlos del horror provocado por quien ambiciona la locura.