Por: Emmanuel Ramírez Casillas y Alejandro Moreno Jiménez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Entre 2001 y 2012, ningún partido político en el Congreso tenía una fuerza avasalladora, lo que explica los montos elevados en las reasignaciones de los ramos seleccionados. De 2013 a 2016 estuvo vigente el Pacto por México, por lo que podríamos especular que como parte del acuerdo del PRI para mantener la unidad legislativa que necesitaba para aprobar las llamadas reformas estructurales se dotaba de recursos a los demás grupos legislativos. De ahí los montos elevados que vemos en este breve periodo. A partir de 2019, con un Congreso dominado por un único partido, las modificaciones han caído a niveles mínimos. Los votos de la oposición dejan de ser necesarios tanto para brindar legitimidad política al presupuesto como para aprobar cualquier otra iniciativa, y por lo tanto las reasignaciones caen. Así, el consenso es prescindible. El ciclo político (los años en que hay elecciones) también parece tener un efecto sobre los montos reasignados. El promedio de las reasignaciones dentro del PEF es mayor en ejercicios con elecciones federales con respecto a los años en que no las hay —51 000 millones contra 38 000 millones de pesos anuales en promedio, respectivamente—; la “participación” de los diputados en el PEF es 33 % mayor durante años electorales. Esto sucede así con excepción de 2009, año en que las reasignaciones se limitaron por los efectos de la crisis económica, y en 2021, ya con un Congreso políticamente homogéneo.