Por Martín Méndez
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
Una posible explicación del efecto provocado por la arquitectura de Wright podría, en parte, deberse a la fractalidad en sus obras. Uno de los forjadores de la teoría matemática conocida hoy en día como geometría fractal fue Benoit Mandelbrot, quien en 1975 la utilizó para describir y comprender las formas irregulares y fragmentadas presentes en la naturaleza. Allí donde la geometría euclidiana fracasa para describir la forma de las nubes, montañas, costas, ramas de los árboles, etc., la geometría fractal ofrece un punto de apoyo para escudriñar y cuantificar la complejidad de la naturaleza al identificar patrones y sus repeticiones a distintas escalas de longitud; en otras palabras, un fractal es una figura que preserva su forma sin importar a qué escala se observe (propiedad de autosimilitud). Los ejemplos típicos son las muñecas rusas que se anidan una y otra vez, volviéndose más pequeñas, pero preservando la forma y detalles de la muñeca más grande; lo mismo aplica para el brócoli o las ramificaciones de los árboles.