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Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Beethoven cubrió la música con sangre para guiar las almas hacia el encuentro con lo inexplicable. Su espiritualidad parte de las pasiones. Con su ciclo eterno de muertes y resurrecciones el corazón de los hombres.

Por: Hugo Roca Joglar

Ilustración: Sergio Bordón, cortesía de Nexos

La última música de Beethoven es indomeñable y destructiva. Compuso sin descanso cuartetos para cuerdas (seis —del 12 al 16— entre 1825 y 1827). Partituras desgarradas de la historia de la música que desafían los pilares del arte occidental al despreciar la tonalidad. Los sonidos en vez de avanzar permanecen suspendidos. Están articulados fuera de tiempo (un siglo después, durante el primer cuarto del siglo XX, se descubrió que prefiguran vanguardias tan radicales como la microtonalidad…). Acordes etéreos, ritmos confusos y melodías sin movimiento que flotan y se desintegran. Música que existe en las fronteras de la conciencia y nada en ella puede ser comprendido… salvo su desolación, salvo su horror… salvo su grandeza.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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