Por: Arnoldo Kraus
Ilustración: Izak Peón, cortesía de Nexos
Las pandemias, bien se sabe, reproducen —en ocasiones sin coto— los males individuales. Afectan, como es el caso del covid-19, a la mayoría de la población mundial. Son un retrato fiel de la humanidad, de sus jerarcas, de las bondades y miserias de la medicina, de los yerros y aciertos de políticos y organizaciones mundiales de salud, de la solidaridad o falta de ésta de la sociedad e, inter alia, de los esfuerzos denodados de los trabajadores de la salud. El covid-19 ha sido un maestro inesperado, impensable e implacable: entre más sabemos, menos sabemos. La oración previa debe molestar a los hacedores de salud, a los grandes investigadores y a los científicos que en tiempo récord crearon vacunas, a quienes cuidan a los enfermos y a los hospitales que laboran 24 horas al día, 365 días al año. La oración “entre más sabemos, menos sabemos” la comprenden quienes sepultan a sus seres queridos y quienes no tienen la posibilidad de acceder a tratamientos adecuados y dignos.