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En la muerte del alcalde de Pungarabato, Ambrosio Soto, quien fuera asesinado el fin de semana pasado, hay una deficiencia estatal hasta para disculparse. No pude ser la estupidez de las declaraciones del fiscal de Guerrero, Xavier Olea, al señalar que el alcalde se arriesgó al viajar por la noche a Michoacán, ya que sabía que estaba amenazado.
Escuchemos a Juan Ignacio Zavala, editorialista de Milenio.