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Sigmar Gabriel, el hombre que enfrenta a Angela Merkel

El socio bravucón de la coalición de Alemania decidió enfrentar a la canciller sobre los refugiados, aún así, no queda claro que pueda ganarle en popularidad.

Como socio de Angela Merkel en la coalición de Alemania, Sigmar Gabriel pasa mucho tiempo tratando de escapar de la sombra de la canciller.

El intento más reciente del líder del partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán) -y el más dramático- fue cuando criticó la política de refugiados de Merkel y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), el polémico acuerdo de libre comercio previsto entre la Unión Europea y Estados Unidos. Todo al mismo tiempo.

El habitualmente impulsivo golpeador político esta vez eligió cuidadosamente sus palabras, recogió la frase de Merkel que encapsula su enfoque para integrar a los más de un millón de migrantes que recientemente llegaron a Alemania. Wir Schaffen Das (Podemos hacerlo), dijo en repetidas ocasiones, mientras se defiende de las acusaciones de que el país está abrumado.

“No es suficiente decir, como Merkel lo hace constantemente, ‘podemos hacerlo’”, respondió Gabriel en una entrevista en televisión. Los democratacristianos (CDU, por sus siglas en alemán) de la canciller “subestimaron el reto”, agregó.

La misma crítica proviene desde la derecha, de los conservadores. Pero que venga de la izquierda, fue un cohete político. La crítica a las negociaciones del TTIP, que Gabriel dijo “fracasaron de facto”, fue menos sorprendente, dada la cautela que ha tenido el SPD sobre el acuerdo. Pero junto con la crítica a la política de refugiados fue una “apuesta clara de Gabriel para distanciarse de Merkel”, dice Uwe Jun, profesor de política en la Universidad de Trier.

El SPD desde hace mucho tiempo ve al agradable Gabriel, de 56 años, como un líder carismático capaz de atraer a los electores perdidos. El exprofesor comenzó en la política como un feroz partidario de izquierda. El partido lo nombró enviado especial para la cultura pop, por lo que se ganó el apodo de “Siggi Pop”.

Su propia infancia en Baja Sajonia fue difícil: sus padres, un trabajador del sector público y una enfermera, se separaron y lucharon por la custodia. A los 18 años le sorprendió saber que su padre era un nazi impenitente (y así se mantuvo hasta su muerte en 2012). Gabriel tiene dos hijas de dos matrimonios distintos.

En 2009, Gabriel se convirtió en el presidente del SPD con la tarea de reconstruir el apoyo frente al éxito electoral de Merkel. Aún lo intenta. Si bien la crisis de refugiados le dio un fuerte golpe a la aparentemente inexpugnable canciller, también dañó al SPD. En una encuesta de opinión de la semana pasada, el CDU llegó a 33%, por debajo de 41% en las elecciones de 2013, mientras que el SPD tenía 23% en comparación con 26%.

En el gobierno, Gabriel ha hecho muchas cosas bien: aseguró los clásicos objetivos de centro-izquierda, como el salario mínimo oficial. Pero nada de esto cambió la suerte de su partido. Hasta la crisis de refugiados, Merkel obtuvo el crédito de los logros de la coalición. Desde la crisis, la culpa es compartida.

A veces una figura contradictoria, los colegas lo encuentran encantador y ocasionalmente agobiante. Gabriel busca respuestas. Jugó con las reformas proempresariales, mientras pidió grandes aumentos para el gasto de bienestar social.

Como vicecanciller y ministro de Economía, tuvo problemas para equilibrar las demandas de la coalición y mantenerse leal al partido. Por ejemplo, a pesar de comprometerse a reducir las exportaciones alemanas de armamento, presidió un nivel de ventas histórico.

A veces se lleva por delante a los funcionarios: el año pasado pasó por alto a la poderosa Bundeskartellamnt (Oficina Federal de Competencia de Alemania) para permitir una polémica fusión de supermercados, solo para ver que los tribunales desestimaran su decisión este verano bajo el embarazoso argumento de que no siguió los procedimientos correctos.

Las presiones de competencia, junto con una tendencia a juzgar apresuradamente, le ganaron la reputación de cambiar de posición en un país que prefiere líderes estables. “La interrogante con Gabriel es: ‘¿Cuál es su credibilidad, dado su historial?’”, dice Jun.

Su último movimiento sobre los refugiados lo puede acercar a los electores escépticos que quiere ganar. Pero, como vicecanciller de Merkel, no puede evitar compartir la responsabilidad de la política. El CDU lo acusó de “imprudencia sin límites”.

A diferencia de la imperturbable Merkel, Gabriel proyecta emociones, incluyendo una mecha corta. Entra en discusiones con los entrevistadores de televisión. A los provocadores de extrema derecha que gritan en apoyo de su padre les contesta con un gesto obsceno con un dedo. Merkel, a quien nunca han atrapado diciendo una grosería en público, comentó: “Todo el mundo tiene su propio enfoque”.

Los funcionarios del SPD consideraron que a Gabriel le faltaba experiencia para contender en las elecciones federales de 2013 como su candidato a canciller contra la súper popular Merkel. En esta ocasión, a pesar de algunas dudas, se posiciona para la carrera. Sin embargo, incluso en el SPD, pocos creen que pueda ganar. La canciller se debilitó con la crisis de refugiados, pero con todo y su bravuconería, Gabriel aún sigue siendo más débil.



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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