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¿Para quién gobierna AMLO?

FT Mercados

Para cumplir sus objetivos de lograr un país más inclusivo, pacífico y próspero, el presidente debe dirigir dos Méxicos diferentes.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el nuevo presidente de México, quien tomó posesión del cargo el 1 de diciembre, tiene muchos lados. 

Se ha autoproclamado como el hombre del pueblo, pero también es un político implacable. Es azote de lo “neoliberal”, pero también amigo de los inversionistas. Es el exterminador de las “mafias del poder”, pero también el posible pacificador de un país bañado en sangre. 

El lado que surja —el pragmatismo o el populismo— podría determinar el destino de la decimoquinta economía más grande del mundo, incluso después de su mandato de seis años. 

Las perspectivas son inciertas. López Obrador es uno de los presidentes más poderosos que ha tenido México. Su partido tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso. También controla los congresos locales en más de la mitad de los 32 estados del país. 

Después de ganar las elecciones de julio con 54% de los votos, la legitimidad de su administración y su mandato para el cambio no dejan ninguna duda a nadie.

 En teoría, eso está bien, porque los desafíos que Andrés Manuel López Obrador estableció, y por los cuales resultó electo, son inmensos. Van desde librar a México de la corrupción y mejorar la suerte de los pobres, hasta abordar el narcotráfico y mantener buenas relaciones con Estados Unidos (EU), a pesar de temas candentes como la migración y el comercio entre ambos. 

Nadie niega la conveniencia de la lista de deseos de López Obrador. ¿Pero cómo implementarla en la práctica? Es aquí donde comienzan las dudas y los temores. 

Veamos el poder que Andrés Manuel López Obrador va a tener a nivel federal y estatal. Esto puede significar que evite las corruptas negociaciones tras bambalinas que caracterizan, desde hace mucho tiempo, a la política mexicana, lo que, en teoría, podría conducir a una mejor coordinación e implementación de políticas. Sin embargo, también podría llevar al gobierno a la discreción personal de un caudillo todopoderoso, sin pesos ni contrapesos. 

El fiasco sobre el aeropuerto a medio concluir de 13,000 millones de dólares (mdd) en la Ciudad de México es un buen ejemplo. López Obrador preguntó en una “consulta popular”' si el proyecto —que, según afirmó, era el símbolo del exceso y la corrupción— debía cancelarse. La respuesta, como era de esperarse, fue “sí”.

La forma en que se tomó la decisión, la cual puede requerir una reestructura de bonos con valor de 6,000 mdd, preocupó a los inversionistas. Ellos también tienen la preocupación de que el actual presidente quiera realizar muchos más referendos de este tipo.

 Aunque, desde entonces, AMLO prometió seguridad para los inversionistas y “condiciones para obtener buenas ganancias”, muchos de ellos llegaron a la conclusión, basándose en este episodio, de que él desdeña los aspectos técnicos de gobernar. Después de todo, pocos presidentes comienzan con un incumplimiento innecesario de sus promesas.

 Seguir por ese rumbo solo aumentará los costos de financiamiento de México y frenará la inversión privada que López Obrador necesita para impulsar el crecimiento y mejorar la igualdad social. Esto también podría ser el caso de sus otros planes, por ejemplo, la seguridad.

 La estrategia que presentó para reducir la horrible violencia, que ha dejado 250,000 muertos en 10 años, depende de un enfoque encabezado por los militares. Sin embargo, la larga experiencia muestra que ese tipo de enfoques no funcionan y usualmente conducen a abusos contra los derechos humanos.

 López Obrador hizo una campaña para la presidencia de forma permanente durante dos décadas. Su preocupación por los pobres es sincera. Pocas personas conocen el país tan íntimamente como él. 

Pero la pregunta es para qué país gobernará: para el México premoderno que anhela un regreso nostálgico a la era de oro de autosuficiencia —que a menudo promete— o para la otra mitad, que vive en la modernidad y entiende que el Estado solamente es uno de varios actores de una sociedad mexicana.

 La experiencia de los líderes que ignoran a esta segunda mitad, como Hugo Chávez en Venezuela, es terrible. Para lograr sus objetivos de un México más inclusivo, pacífico y próspero, AMLO necesita gobernar para ambos países.


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