Volátil, sería la palabra que puede resumir el año en finanzas. En los mercados hubo una mezcla de nuevos máximos y desplomes repentinos. En la banca, hubo una sucesión de cambios bruscos en la dirección. Y el péndulo de la política financiera, que por años osciló hacia regulaciones más estrictas para los bancos, lentamente empezó a moverse hacia el otro lado.
Sin embargo, el detonante más anticipado de la volatilidad fue el inicio del alza de las tasas de interés en EU. Después de meses de predecir las alzas de la Reserva Federal de EU, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, en su reunión de mediados de diciembre anunció la primera alza en nueve años.
El 2015 fue un año lleno de acontecimientos, y una cosa es clara, el mundo todavía está lejos de normalizarse tras la crisis de 2008.
A medida que el crecimiento se volvió una preocupación más grande -especialmente en Europa- los requisitos de seguridad fueron más moderados y el entusiasmo por castigar la conducta financiera empezó a disminuir.
El cambio fue más claro en el Reino Unido, donde los gravámenes punitivos se aligeraron, las nuevas leyes sobre delimitación y los deberes de los directores se suavizaron. En Europa, el comisionado de servicios financieros, Lord Hill, habló de la necesidad de considerar si había un exceso de regulaciones de la Unión Europea. Este tema lo abordaré más adelante.
Parte del enfoque regulatorio cambió a los sectores de seguros y de gestión de activos, los dos se beneficiaron en algunas áreas por la ofensiva contra los bancos desde la crisis de 2008. Pero allí también hubo pragmatismo. Solamente nueve aseguradoras -y ninguna de las grandes reaseguradoras mundiales- se designaron “sistémicamente importantes” y con la necesidad de colchones especiales de capital. Los gestores de activos también escaparon de esa designación, lo que llevó a algunos críticos a señalar el riesgo para la estabilidad financiera que plantean los siempre crecientes gigantes como BlackRock y Vanguard.
Los riegos se acumularon de tres formas, dicen estos críticos. Los gestores de activos cada vez son más grandes. Los bancos desempeñan un papel menos importante como hacedores de mercado. Y los mercados están maduros por las dramáticas correcciones. Los mercados de capitales en EU y el Reino Unido llegaron a máximos históricos este año. Lo mismo pasó con el volumen de fusiones y adquisiciones.
Hubo algunas señales del nerviosismo extremo en mercados. La separación del franco suizo del euro hizo que su valor subiera 40% en enero. En abril, hubo un flash crash (una caída repentina y profunda por un corto periodo) en los bonos alemanes normalmente implacables.
Aunque se suavizó la retórica regulatoria en los últimos meses, todavía hay pocos beneficios que lleguen por medio de los bancos. A los grupos europeos les fue peor, perdieron terreno ante sus rivales estadounidenses y cambian el rumbo con ajustes masivos en su liderazgo. Barclays, Deutsche Bank, Standard Chartered y Credit Suisse, todos ellos pusieron nuevos hombres a cargo este año.
El rápido aumento de las empresas de tecnología financiera, contrincantes para los bancos tradicionales, fueron un tema optimista en este año, aunque incluso los favoritos de la “tecnología financiera” últimamente perdieron un poco de su brillo.
Las señales que animan
En este contexto complejo y de volatilidad constante, hay señales que alentan al mercado.
Si bien es muy difícil juzgar la historia mientras se desarrolla, en una década los financieros podrán ver hacia atrás y concluir que a mediados de 2015, a unos ocho años del inicio de la crisis financiera, se marcó un punto de inflexión para el sector bancario y la forma como lo percibe la sociedad.
El escenario fue complejo y le siguió un tumulto incesante, que primero provocó la crisis, después las nuevas regulaciones para hacer más seguros a los bancos, y posteriormente, por la investigación de las autoridades sobre los abusos de largo plazo. Esto último desencadenó multas y penalizaciones por 150,000 millones de dólares (mdd). Muchos banqueros casi pierden la esperanza de un entorno de operación normalizado. Sin embargo, en las últimas semanas, muchos han visto un puñado de mensajes alentadores que empezaron con la renuncia de Anshu Jain, codirector de Deutsche Bank.
Jain, un operador estelar que prosperó en los años previos a la crisis, amplió la división de banca de inversión de Deutsche con buenos resultados antes de ascender al puesto de presidente ejecutivo. Pero en una industria donde las regulaciones más estrictas hicieron que las antiguas estrategias de la banca de inversión fueran poco rentables, económicamente hablando, él empezó a verse como un anacronismo; más teniendo su experiencia en las operaciones de renta fija, donde se llevaron a cabo los abusos del Libor y las presuntas manipulaciones de los tipos de cambio.
John Cryan, el nuevo CEO del banco, se une a un círculo cada vez más grande de jefes con una actitud más activa que fueron reclutados para solucionar los problemas de los bancos en quiebra, ya fuera por la crisis o por los reglamentos posteriores a la crisis.
Un cambio en la cima también se dio en Standard Chartered. Bill Winters, exnúmero dos de JPMorgan, sucedió a Peter Sands como presidente ejecutivo. Al igual que Cryan, este es un profesional externo que viene para reestructurar a la organización.
Deutsche y StanChart no lograron adaptarse al nuevo mundo de la banca. Hoy, la reducción de costos y la recaudación de capital se han quedado en el pasado.
Finalmente, fueron los pronunciamientos de los legisladores del Reino Unido lo que realmente le dio un cambio al tono en el sector.
Este cambio de rumbo es emblemático, de hecho no habría nada más emblemático que la perspectiva de reprivatización del Royal Bank of Scotland. El gobierno rescató al banco en 2008 con un costo de 45,000 millones de libras esterlinas. El Royal Bank of Scotland se convirtió en el banco más grande del mundo, después de la adquisición más grande en la historia. En unos meses, acumuló, también, la mayor pérdida corporativa del Reino Unido en la historia - de 24,000 millones de libras- y se convirtió en el mayor rescate bancario del mundo.
La revelación clave de George Osborne en su discurso en Mansion House fue que en unos meses empezará a vender la participación de 80% del gobierno del Royal Bank of Scotland. Aunque el canciller admitió que es probable que la veta implique una pérdida en comparación con el costo del rescate. Les llevará años poder completarla, pero aún así, iniciar el proceso es un momento simbólico.
Osborne también fue mucho más optimista y hasta utilizó un lenguaje conciliador. Ya no “criticó a los bancos”, dijo. Él y sus socios de la coalición lo hicieron con mucha frecuencia en el último parlamento. “Quiero que Gran Bretaña sea el mejor lugar para las sedes de los bancos europeos y mundiales”, añadió, en un guiño ante la amenaza de HSBC de salirse del Reino Unido. “Es nuestro interés nacional que así sea”.
Incluso, el miembro del parlamento y representante del partido conservador, sugirió que las multas tal vez llegaron demasiado lejos. “Aumentar cada vez más las sanciones” no es “una solución a largo plazo”, dijo como reprimenda -tal vez muy gentil- hacia Martin Wheatley, jefe del regulador de Londres, la Autoridad de Conducta Financiera.
Las palabras dulces del canciller tal vez fueron para compensar, por un momento, algunas de las duras palabras de Mark Carney, el gobernador del Banco de Inglaterra, quien habló después. Pero no nos engañemos. En la regulación, al igual que en la política macroeconómica, Osborne y Carney son un doble acto consumado. El banquero central canadiense, que eligió el canciller del Reino Unido para hacerse cargo del banco hace dos años, también cambió su tono.
Carney utilizó su discurso en Mansion House para dar a conocer los puntos claves de la nueva Revisión de Mercados Justos y Eficaces (FEMR, por sus siglas en inglés), que busca cerrar la enorme brecha en la regulación financiera.
FEMR ampliará al tipo de reglas de abuso de mercado que ya se aplican a los mercados de capitales en áreas de renta fija, divisas y materias primas donde prosperó la manipulación del Libor y el tipo de cambio.
Pero gran parte de este paquete de reformas se entregará a través de un código de conducta de colaboración, que supervisará un panel de participantes del mercado, no en la forma de leyes y regulaciones filosas.
El cambio también es evidente en el lenguaje de los legisladores, por ejemplo, Carney empezó a hablar en términos más constructivos. “Con los bloques principales para la construcción de la reforma en su lugar, ahora es tiempo de hacer una evaluación”, dijo a su audiencia.
La mayor parte de lo que se escribe arriba describe la evolución de los bancos y los legisladores. Pero esta no es una evolución parroquial. A pesar de sus preocupaciones y escándalos,, Londres todavía es una fuerza internacional en muchas áreas de la banca y finanzas. La evolución del ambiente regulatorio del Reino Unido se puede topar con el ímpetu en Estados Unidos para perseguir los delitos pasados. Pero Carney intentará exportar sus reformas. Una nueva era de finanzas se siente al alcance. Con la ayuda de las reglas que promueven la integridad sin apagar la innovación, las instituciones financieras tal vez finalmente estén en condiciones para revivir no sólo su reputación, sino la de la economía global también.