Una parte clave de la reforma financiera de 2013 son las modificaciones a la Ley de Fondos de Inversión, que bajo su nuevo esquema y con un mercado estructurado de arquitectura abierta, debería ser capaz -en el mediano plazo- de convertirse en motor de la economía mexicana.
La arquitectura abierta implica que los fondos de inversión de diversas instituciones financieras se puedan adquirir por los clientes finales en cualquier Casa de Bolsa, banco o distribuidora. Hoy los clientes escogen fondos de un abanico de productos creados por la institución que los ofrece y pocos tienen oferta integral.
El mercado, ya abierto, sería fuente de capital para el desarrollo de las medianas y pequeñas empresas (PyMes) que hoy generan alrededor de 50% del Producto Interno Bruto (PIB) y 8 de cada 10 empleos en el país.
Las nuevas reglas llevan al mercado de valores mexicano hacia una era más equitativa y abierta, en la que cualquier inversionista podría tener acceso a las mejores opciones para invertir su dinero y cualquier empresa podrá capitalizarse, vía colocación de activos, para financiar su crecimiento.
Los bancos “volverían a su papel de colocadores de crédito. Eso quiere el gobierno: que las instituciones de crédito crezcan sus carteras y pasen de competir por la captación a competir por la colocación de créditos –para financiar empresas y proyectos productivos-, como sucede en el mundo”, explica Juan Carlos Pelayo, director de Fondika, distribuidora de fondos de inversión.
Una vez generado este círculo virtuoso, el desarrollo económico estaría en una espiral de crecimiento constante. En vez de “dormir” en cuentas de ahorro que no generan rendimientos, “El ahorro interno se canalizaría hacia el mercado de valores, que entonces se inundará de dinero y como todo en la ley de oferta y demanda, el dinero se abaratará y podrá fondear a más emisoras, lo que facilitará el acceso de las empresas al capital para desarrollarse y crecer”, opina Pelayo.
La reforma pretende reorganizar las funciones de las instituciones financieras para dejar al mercado de valores la tarea de captar recursos de los inversionistas mexicanos, tanto individuales como institucionales, a través de productos de inversión que les otorguen rendimientos interesantes y a la vez sirvan para financiar proyectos productivos y PyMes, que generan nuevos empleos.
Para Álvaro Corcuera, director de la distribuidora Más Fondos, la regulación financiera mexicana “es de las más modernas del mundo, igual que la regulación en materia de fondos de inversión, pues permite hacer muchísimas cosas. Sólo falta que haya instituciones que se animen a innovar. Nosotros lo hemos hecho siempre”, desde su fundación hace 13 años.
Impulsada por la nueva regulación y bajo la tutela de la gestora global Azimut Group (con base en Italia), Más Fondos, está listo para lanzar al mercado 4 fondos propios y ampliar su negocio hacia la operación antes de que termine 2015. El plan ya estaba, pero sin duda los cambios en la Ley potencializan las bondades del proyecto.
Mercado en transformación
Después de la crisis de 2008, el crecimiento del sector de fondos ha tenido un desarrollo importante con tasas de 10% anual. Al cierre de 2014, acumulaba activos por 1.69 billones de pesos, equivalentes apenas a 11.2% del PIB nacional; sin embargo, su potencial es mayor.
“En las economías avanzadas este porcentaje se acerca a 50% o más, así que tenemos mucho hacia donde crecer”, afirma Eduardo Flores Herrera, Vicepresidente de Supervisión Bursátil de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), encargado de vigilar el proceso de conversión de las Sociedades de Inversión (SI) que marca la nueva Ley.
El marco legal de las SI hasta hace dos años era más un freno que un impulso a la dinámica requerida por el sector, pues impedía a los accionistas obtener su máximo potencial de retorno, lo que desincentivaba sus inversiones. En la Reforma Financiera propuesta por el Presidente de México en 2013, la Secretaría de Hacienda modificó la Ley de Sociedades de Inversión y a la del Mercado de Valores. El propósito fue flexibilizar la figura de Fondo de Inversión, agilizar y transparentar sus operaciones con una mejor revelación de información, así como facilitar su apertura, operación y distribución a través de un esquema de arquitectura abierta que dé celeridad a su autorización, para que se vendan y distribuyan al público de una manera más expedita.
Uno de los cambios básicos es la transformación de las Sociedades de Inversión en Fondos de Inversión, una nueva figura legal, también subtítulo de las Sociedades Anónimas, que moderniza y simplifica la estructura corporativa de las antiguas SI, para que sean constituidas por un solo socio fundador, encargado de tomar todas las decisiones en materia administrativa y corporativa.
“Ahora serán sociedades unipersonales, con lo que aliviarán su carga administrativa, bajarán sus costos y agilizarán su operación”, dice Flores de la CNBV. Antes como S.A. debían cumplir con un gobierno corporativo y sesiones de consejo, editar estados financieros y convocar asambleas de accionistas. “Era mucha burocracia, tediosa y costosa; ahora con las sociedades unipersonales será mucho más ágil la creación y operación de los fondos. Y ya no deberán ir ante un notario público y pagar para registrar un fondo, sólo vendrán a registrarlos con nosotros, sin costo”, añade Flores Herrera.
El equipo de Flores trabaja en la autorización de solicitudes de transformación –-o constitución-- de alrededor de 570 SI en Fondos de Inversión, que deberán estar listas en diciembre de 2016. Al mismo tiempo, revisa solicitudes para la modificación de los estatutos de operadoras y distribuidoras de fondos, que permitirán la implementación de una arquitectura abierta.
El arte de democratizar las finanzas
La transformación del mercado hacia un modelo con arquitectura abierta es “una jugada ganadora de tres bandas”, pues beneficia a los inversionistas, a los oferentes y a la economía en general, señala Pelayo, de Fondika.
“Este modelo tiene muchas ventajas competitivas. Tiene un impacto positivo en el usuario que encontrará una oferta más amplia y de calidad para invertir; en los operadores de fondos que se obligan a hacer más y mejores productos, y serás más que positivo a nivel macroeconómico porque hará que el dinero de los ahorradores pueda financiar a la planta productiva”, añade Pelayo.
En ningún otro país se había dado la arquitectura abierta “por decreto”, en México fue necesario convertirlo en Ley porque “los cuatro o cinco grandes grupos financieros que controlan 80% del mercado no tienen la intención de abrirse a la distribución por parte de terceros. ¿Para qué lo harían, si el mercado es suyo?”, opina Pelayo.
En los últimos 100 años las instituciones bancarias construyeron un modelo “omnipotente, donde la Ley que los regula les permitía captar ahorro, colocar créditos, vender seguros, intermediar valores y más. Es lógico que lo defiendan, pero las condiciones han cambiado y se demostró que ese control oligopólico no funciona para todo el mercado”, añade Pelayo.
Eduardo Flores, de la CNBV, señala que las nuevas reglas solo fueron el incentivo necesario para dar paso a un mercado más sano, con estructura abierta donde “el ideal es que todas las distribuidoras vendan los fondos de todas las operadoras y no solo los propios, para que los clientes tengan acceso a la mejor oferta”.
La expectativa gubernamental, agrega Flores, es que “la transformación de la industria de fondos impulse un mercado abierto donde el crecimiento de los fondos se verá reflejado en la economía real”.
La nueva Ley pretende crear “una liga entre el dinero del público inversionista –o la bolsa- con la economía real y la producción”, y desarrollar el mercado primario, así como diversificar la participación de los tipos de instrumentos que se venden en México para darle más peso a las acciones y a la deuda corporativa por sobre los instrumentos de liquidez diaria, que son los preferidos entre el inversionista mexicano, famoso por su perfil conservador, comenta Flores.
“Estamos conscientes de que los documentos gubernamentales –de liquidez diaria-no van a desaparecer, pero creemos que los fondos más especializados y con mayor exposición empezarán a ganar valor”, señaló el funcionario de la CNBV.
La nueva Ley, un incentivo necesario
Si bien todos los actores parecen estar de acuerdo en las bondades de la arquitectura abierta, fue necesario llevar la iniciativa hasta el grado máximo de compromiso: la Ley. “No había malas voluntades, pero faltaban incentivos para que se diera la apertura que el mercado necesita para crecer”, señala el funcionario de la CNBV.
Las áreas de operación de fondos de algunos bancos nacionales afirmaron que tanto ellos como sus distribuidoras hermanas operan bajo este esquema desde hace años; no obstante, esto es cierto más en su calidad de distribuidores de fondos de otras gestoras que en la distribución de fondos propios por medio de terceros. Algunos bancos, simplemente declinaron fijar postura.
Según Flores, para las operadoras que no forman parte de grupos financieros, la arquitectura abierta es necesaria para desarrollarse. Y añade que “para las operadoras que forman parte de grupos financieros, la arquitectura abierta representa retos: una nueva forma de realizar sus operaciones, un cambio cultural que puede ser difícil de adoptar; sin embargo, también las operadoras agrupadas están conscientes de que permite la distribución masiva de fondos, que resultará en mayores ingresos para los fondos que sean competitivos”
Las distribuidoras integrales, como Fondika y Más Fondos, por su esencia han trabajado este esquema desde que iniciaron sus operaciones.
“En la medida en que las operadoras diversifiquen sus portafolios de inversión, tendremos más inversionistas institucionales activos, lo que ayudará a que haya más emisiones (tanto de deuda como de capitales), y los recursos se canalicen a las empresas mexicanas”, agrega Flores. Esto potenciará al mercado.