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La competencia no es para los perdedores

Incluso en la era digital es una herramienta para promover la eficiencia económica, pero no quiere decir que la política no pueda reinventarse Y adaptarse a las nuevas necesidades.

Dos historias muy diferentes y aparentemente contradictorias se cuentan sobre la economía: vamos a llamarlas las escuelas de la narración de disrupción y la de deterioro. La primera dice que vivimos en una era de cambio disruptivos y sin precedentes. Escuché esa historia en una visita reciente a Silicon Valley, donde los empresarios se entusiasman con el efecto de aplicar la inteligencia artificial en diferentes industrias. “Trato de resistir la hipérbole”, me dijo un inversionista. “Pero creo que la inteligencia artificial va a ser tan transformadora como el fuego”

Los narradores del deterioro contestan que el verdadero problema es la falta de innovación en lugar de un exceso de ella. Contrario a la creación de mitos de la Costa Oeste, las economías desarrolladas viven uno de los periodos con menos innovaciones de la historia moderna.

De acuerdo con la investigación del Grupo de Innovación Económica, un grupo de expertos con sede en Washington, el dinamismo está en retroceso y la tasa de formación de nuevos negocios en Estados Unidos (EU) va en descenso. Desde la gran recesión de 2008, murieron más empresas de las que nacieron. La falta de nueva competencia creó una era dorada para las corporaciones que ya existen, más que para los que surgen. Hay una marcada concentración de poder de mercado en muchas industrias y regiones. Como resultado, las utilidades de las empresas subieron a un récord de 9.4% de la producción.

Cuál es la historia que creemos de manera colectiva tiene grandes implicaciones para la política económica y social. Si aceptamos la primera, entonces no tenemos que preocuparnos mucho por la competencia. Si realmente estamos en la cúspide de un cambio tecnológico revolucionario, el mercado debe hacerlo todo por nosotros. “La competencia está a un clic de distancia”, como dice el refrán.

En este mundo, el enfoque principal de la política debe ser cómo mitigar el riesgo social. En esta vorágine empresarial es posible que regiones enteras, y grupos de personas, sean susceptibles de ser rechazadas. La conversación pública puede ser acerca de compartir riqueza, tanto como crearla. Eso en parte explica por qué tantos empresarios de tecnología comienzan a llegar a la idea de un ingreso básico universal

Pero las lecciones claramente son muy diferentes si creemos la segunda historia. En ese mundo no dinámico debemos preocuparnos mucho más por crear incentivos para tener una mayor innovación y ser más intervencionistas en la lucha contra el dominio del mercado.

Para generalizar heroicamente, la historia de disrupción al parecer es la que prevalece en EU, con el gobierno del presidente Donald Trump, quien aparenta un compromiso a un modelo económico del ganador se lleva todo. Ese espíritu tal vez lo resume Peter Thiel, el inversionista de tecnología, quien declaró: “la competencia es para los perdedores”.

Pero Europa, que durante mucho tiempo se acostumbró a una economía de bajo crecimiento, parece que está más familiarizada con la historia del deterioro. La Unión Europea sin duda cree en una política de competencia mucho más activa. Hace poco golpeó a Facebook con una multa de 110 millones de euros por romper su promesa de no compartir los datos de los usuarios tras su adquisición de WhatsApp en 2014.

En una conferencia en el Oxford Centre for Competition Law and Policy, hubo un debate sobre hasta qué punto la política de competencia debe replantearse para nuestra era digital. ¿Debe ampliarse más para abarcar conceptos de privacidad, fijación de precios discriminatorios y seguridad nacional de datos? ¿Debe incluso enfrentarse a los que buscan jugar en el mercado de publicidad en línea y atraer clics que generan ingresos al presentar noticias falsas?

Desde la perspectiva de EU, los reguladores europeos parecen domadores de leones que tratan con gatitos. Los participantes europeos en la economía digital no representan mucho. Las cinco compañías de plataformas estadounidenses, Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google en conjunto tienen una valoración del mercado bursátil de 2.4 mdd, más grande que el CAC 40 de Francia (el índice de la bolsa de París) o el Dax de Alemania (el índice de la bolsa de Frankfurt).

Ariel Ezrachi, un profesor de derecho de Oxford, argumenta que los políticos tienen que reconocer que las nuevas diná- micas de competencia están en juego.

Cada vez más, la competencia en la era digital está entre monopolios de tecnología que tienen acceso a una enormes conjuntos de datos y un gran poder informático, lo que crea enormes barreras de entrada.

“La narrativa que empujan algunas empresas no es la menos convincente o creíble”, dice el profesor Ezrachi. “Nadie quiere ver que las agencias de competencia intervengan por amor al arte. Pero tampoco queremos que se vayan a dormir como resultado de una captura intelectual o regulatoria”.

Desde hace mucho tiempo y de manera predominante se considera a la política de competencia como una herramienta para promover la eficiencia económica. Pero aún se mantiene como una construcción política y social. Como tal debe reinventarse para adaptarse a las necesidades de nuestros tiempos, independientemente de la historia económica que creas.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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