Cuando una turba de partidarios de Donald Trump atacó el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, muchos líderes empresariales que habían respaldado al presidente saliente finalmente tiraron la proverbial toalla. Stephen Schwarzman, de Blackstone, calificó el asalto de “atroz”, y el inversionista Nelson Peltz dijo estar “arrepentido” de haber votado por el presente en el cargo. Los remordimientos de los donantes parecían evidenciar el fin de Trump.
Pero Don Teflón se recuperó. Lo mismo ocurrió con el apoyo de los magnates de EU. Peltz y Schwarzman dicen que volverán a apoyarlo. Los líderes que financiaron a competidores de Trump en las primarias, como Bill Ackman, parece que cambiaron de opinión y ahora lo apoyan. Incluso empresarios de Silicon Valley tradicionalmente liberales le han ofrecido su apoyo. Aunque sus razonamientos varían, muchos dicen, en esencia, que Trump será “bueno para los negocios”.
Sin embargo, esta postura ignora los grandes riesgos empresariales que plantea un segundo mandato. Trump y sus asesores desataron una letanía de vagos pronunciamientos políticos, muchos de los cuales amenazan con socavar las funciones básicas de la economía estadunidense.
El ex presidente calumnió a Jerome Powell y dijo que lo reemplazará en la Fed. También prometió enfrentarse al “Estado profundo” al poner a agencias independientes bajo el control de la Casa Blanca, elevando la posibilidad de fracasos regulatorios. Se dice que Robert Lighthizer, su posible elección para el Tesoro, pregona la devaluación del dólar, lo que desestabilizará el sistema financiero.

Las políticas comerciales de Trump también pueden ser desastrosas. Propuso aranceles de 10 por ciento sobre todas las importaciones y gravámenes de 60 por ciento sobre los productos chinos. Estas tasas de base amplia pueden reavivar la inflación y poner a EU más cerca de un conflicto abierto con China. Los impuestos universales también perjudicarán a las empresas si no reciben inversión nacional, un escenario probable en caso de que Trump gane, ya que ha criticado la Ley de Reducción de la Inflación de Joe Biden.
El éxito de la economía estadunidense durante la presidencia de Biden parece tener pocas consecuencias para los líderes empresariales que apoyan a Trump. Temen los planes fiscales de Biden, están inquietos por las políticas intervencionistas y antimonopolio de su administración y cuestionan su agudeza mental.
A la economía estadunidense le fue mejor bajo el gobierno de Trump de lo que predijeron sus detractores. El crecimiento fue fuerte y el estímulo eficaz de la era del covid aumentó la confianza en su administración, pero la economía ya cambió desde que dejó el cargo, por lo que muchas de sus propuestas pueden no ser adecuadas para su propósito.
La deuda de EU se volvió aún más grande. Los recortes de impuestos planeados por Trump aumentarán la carga, y los analistas temen que no proporcionen un estímulo compensatorio en un entorno de tasas de interés más altas. Su vaga aspiración de deportar a millones de trabajadores indocumentados detendría el impulso de la economía, mientras los inmigrantes están impulsando su aumento.
De hecho, muchas de las propuestas de Trump son vagas. Sus políticas carecen de detalles y, como en su primer mandato, puede abandonar sus planes. Algunos consideran el vacilante pasado de Trump como evidencia de que las partes radicales de su agenda son retóricas. Deberían tener cuidado. Es posible que un segundo mandato carezca de “adultos en la habitación” (personas que tomen decisiones racionales) que contengan sus impulsos más incendiarios. Y su regreso parece estar impulsado por la “venganza” contra sus enemigos y el sistema democrático.
Los líderes deben pensar críticamente sobre lo que es mejor para los intereses a largo plazo de sus negocios. Las ganancias fiscales y regulatorias pueden parecer atractivas, pero con la incertidumbre, el radicalismo económico y el deterioro del Estado de derecho se corre el riesgo de socavar las condiciones que les permitieron prosperar en primer lugar.
