Somos una especie extraña. Somos capaces de producir maravillas, pero no podemos asegurar que lleguen a todos los que pueden beneficiarse, a pesar de que los costos son triviales en comparación con los beneficios para todos. La maravilla ahora es la rapidez con la que llegaron vacunas efectivas contra el covid-19. El fracaso es asegurar la producción y distribución a una escala suficiente. En nuestra locura, estamos desperdiciando una oportunidad gloriosa.
En “Una propuesta para Poner Fin a la Pandemia de Covid-19”, Ruchir Agarwal y Gita Gopinath del Fondo Monetario Internacional (FMI) iluminaron la oportunidad y los beneficios de aprovecharla. El plan sugiere vacunar al menos a 40 por ciento de la población de todos los países para finales de 2021, y al menos a 60 por ciento para julio de 2022, así como realizar pruebas y seguimiento. El estudio estima los beneficios económicos en 9 billones de dólares (mil 150 dólares por persona) frente a un costo de 50 mil millones de dólares, una relación de 180 a uno. Esto debe estar entre las inversiones de mayor rendimiento de la historia.
La pandemia es una crisis de salud, pero también un desastre económico. El informe tiene razón al insistir en que una “política para la pandemia también es una política económica, ya que no hay un final perdurable para la crisis económica sin un final para la crisis sanitaria”. Una comparación de los pronósticos del FMI de octubre de 2019 frente a los de abril de 2021 sugiere que el covid redujo la producción mundial en 16 billones de dólares en 2020 y 2021. Si la pandemia continúa, esas pérdidas se van a acumular en el futuro.
En informe estima que 40 por ciento de las ganancias del plan se destinarán a países de altos ingresos, ya que una recuperación global también fortalece la suya. Esto sumará al menos un billón de dólares a sus ingresos fiscales. Además, acelerar la vacunación no solo acelerará la reapertura económica, también reducirá la probabilidad de una variante capaz de derrotar a las vacunas disponibles, lo que nos regresará al confinamiento.
El plan es gastar 50 mil mdd, de los cuales al menos 35 mil mdd será financiados por subvenciones y el resto por préstamos blandos. Al tener en cuenta los compromisos, solo se necesitarán 13 mil mdd adicionales en subvenciones. Pero, lo más importante es que no deben ser solo promesas, sino un financiamiento inicial, inversiones de riesgo y donaciones de vacunas.
Bajo lo que en el informe se llama “en condiciones normales”, se estima un suministro global de 6 mil millones de dosis para finales de 2021, para vacunar a 3 mil 500 millones de personas (45 por ciento de la población mundial). Eso permitirá abarcar a la población de alta prioridad; sin embargo, algunos países vacunan a los niños, mientras que otros casi no vacunan a nadie. La cobertura en los países de bajos y medianos ingresos estará por debajo de 45 por ciento.
Peor aún, hay riesgos a la baja plausibles en este escenario. Estos incluyen escasez de materias primas, restricciones a las exportaciones y preocupaciones de seguridad sobre las vacunas. Cualquiera de estos reducirá la disponibilidad de vacunas para los países en desarrollo, lo que retrasará el final de la pandemia. Entonces, ¿qué se propone para la vacunación?
En primer lugar, alcanzar los objetivos de vacunación más ambiciosos. Esto requerirá contribuciones en efectivo adicionales por adelantado de 4 mil mdd para Covax. Esto permitirá completar pedidos y activar la capacidad mundial no utilizada. Además, se debe ayudar a países individuales a pedir más, eliminar restricciones en materias primas y vacunas terminadas y donar los excedentes.
En segundo lugar, asegurar contrarriesgos a la baja mediante contratos por mil millones de dosis extra en el primer semestre de 2022. Esto requerirá un financiamiento de 8 mil mdd. Además, alentar la concesión voluntaria de licencias, la transferencia transfronteriza de tecnología y crear un sistema de vigilancia genómica y modificación de la vacuna. Otro componente es la transparencia sobre los pedidos y cadenas de suministro.
En tercer lugar, manejar el desabasto, invertir en la de entrega y en la lucha contra “la renuencia a la vacuna”. Además, evaluar las vacunas potenciales y asegurar la gratuidad. Mientras las vacunas sigan escasas, se deben estirar las dosis.
Tal vez sea necesario ajustar detalles técnicos y de financiamiento, pero no hay duda de la lógica. Es una locura imaginar que el enfoque nacional de los programas de vacunación será eficaz para hacer frente a una pandemia mundial. Es una locura no ampliar el suministro y la entrega de vacunas a escala global. También es una locura gastar billones de dólares en apoyo para la pandemia en el país, mientras no se gastan unas cuantas decenas de miles de millones para poner fin a la pandemia a escala global.
Si esas verdades no influyen en las democracias de altos ingresos, dejemos que consideren la geopolítica. Por sumas modestas pueden transformar la situación de miles de millones de personas de países vulnerables y demostrar que son solidarios. Si no pueden mostrar la urgencia para gastar estos montos triviales, la posteridad querrá saber en qué diablos estaban pensando. Esta es una guerra global. Los gobiernos de los países ricos deben pasar al frente y ganarla ahora.