Los inversionistas están cada vez más desilusionados con las políticas monetarias extremas, el ritmo del crecimiento económico y el desempeño de los valores en los mercados desarrollados.
En prácticamente todos los países donde los bancos centrales movieron las tasas de interés a un territorio negativo, los mercados de capitales sufrieron. El ejemplo más dramático es el índice Topix de Japón, que cayó más de 15 por ciento este año. Al mismo tiempo, el financiamiento barato no es atractivo para las empresas de países desarrollados y lograr que inviertan. El gasto de capital en las economías desarrolladas ahora se contrae a una tasa estimada de 3 por ciento, de acuerdo con los datos de JPMorgan.
Últimamente, los mercados emergentes tienen un mejor desempeño en términos relativos, que se miden por el crecimiento económico y los precios de los activos. Las acciones de los mercados emergentes registraron una actuación mucho más que respetable que la de los mercados desarrollados. En lo que va del año, los bonos y las acciones de los mercados emergentes son cuatro de los seis con mejor desempeño en el mundo.
Existe la preocupación de que las recientes ganancias son simplemente el producto de la generosidad del banco central en varias economías desarrolladas. De hecho, el mejor desempeño se produjo en algunos de los mercados más golpeados, entre ellos Brasil y Rusia. La lira turca, por ejemplo, cayó más de 7 por ciento a raíz del intento del golpe de Estado, pero desde entonces recuperó más de la mitad de sus pérdidas.
Tanto los datos recientes como el panorama de las perspectivas económicas en los mercados emergentes para los próximos meses se ven atractivas, especialmente en el este de Asia.
Por décadas, la fabricación para la exportación es el sustento del este de Asia. Ahora, los grandes exportadores de esa región están de nuevo en un punto óptimo, después de lograr una mejora en la producción industrial y en el nivel de sus exportaciones. El gasto de las empresas en los mercados emergentes registra una ganancia de 7.5 por ciento, después de una fuerte caída en el primer trimestre, a pesar de las tasas de interés más altas en esa región del mundo.
La producción en el este de Asia se dedica cada vez más a la tecnología. La producción regional de tecnología subió 7 por ciento en los tres meses a julio en comparación con el año anterior. Las exportaciones taiwanesas tuvieron un crecimiento de más de 5 por ciento en julio, un resultado mucho mejor que los pronósticos. La mayoría de los economistas espera que la tecnología sea una de las pocas fuentes reales de crecimiento en China en los próximos meses.
Pero, ¿qué tanto va a durar la mejoría?, especialmente en un mundo donde los mercados desarrollados no tienen crecimiento en el gasto empresarial. ¿El gasto de consumo en los grandes mercados desarrollados, en especial en EU, son un catalizador lo suficientemente fuerte para un incremento duradero en la actividad de fabricación del este de Asia?
Especialistas como Sin Beng Ong, economista regional de JPMorgan en Singapur, temen que el alza de la tecnología en el este de Asia sea temporal. “El gasto de capital de los mercados desarrollados impulsaron a Asia. El ciclo de tecnología en Asia refleja la debilidad en el gasto de capital de los mercados desarrollados”, dice. “El aumento de la productividad al invertir en tecnología disminuyó. Habrá un incremento periódico en la actividad, pero luego desaparecerá: verán fluctuaciones en torno a una línea plana, no a una línea ascendente, como fue el caso en el momento previo a la crisis financiera de 2008”.
Por otra parte, además de la tecnología, la producción en la región en general se mantiene estancada. Y a pesar del punto óptimo en la tecnología en el este de Asia la región se mantiene vulnerable a los cambios de política monetaria en las economías desarrolladas.
Los fundamentos económicos importan menos en todas partes en un mundo donde los banqueros centrales de economías desarrolladas adoptan lo que anteriormente se consideraban políticas monetarias extremas para tratar de devaluar sus propias monedas y elevar la inflación. Quién puede culpar a sus contrapartes de los mercados emergentes en caso de que busquen ajustar su propio costo de la moneda.
“La Fed siempre creyó que los incrementos en las tasas y la normalización estaban a la vuelta de la esquina, pero nunca lo lograron”, señala Larry Summers en un blog tras el simposio de banqueros centrales de la semana pasada en Jackson Hole, Wyoming. “Cuando la Fed predijo, en diciembre pasado, que elevaría las tasas cuatro veces en 2016, los participantes del mercado vieron una desconexión de la realidad”.
Sin embargo, si la Fed alguna vez vuelve a elevar las tasas, aunque sea de forma incremental, el este de Asia aún es vulnerable a repetir el taper tantrum —como se identifica en el mercado al periodo de volatilidad y salida de capitales— de hace tres años, después de que Ben Bernanke, entonces presidente de la Fed, señaló que el banco central de EU podría reducir su expansión cuantitativa. Cualquiera que sean las bases, este es un mundo en el que la política monetaria en las economías desarrolladas aún tienen una influencia peligrosa.