La disposición de China para financiar el desarrollo de países emergentes implicaba la construcción de infraestructura. Beijing eligió países que querían eliminar la pobreza, y forjaron alianzas políticas y mercados para sus productos.
La crisis de Venezuela es un golpe. Caracas es el cliente más importante del crédito para desarrollo de China. Tiene préstamos por 65,000 millones de dólares (mdd) desde 2007 para refinerías petroleras, minas de oro y ferrocarriles. Este mayo, Venezuela diseñó un impago bajo el cual se difieren los pagos del capital -y solamente cubre los intereses- de la deuda pendiente de entre 20,000 y 24,000 mdd.
Lo peor está por venir. La inflación venezolana está en 800% y la escasez crónica de dólares evita que pueda pagar a algunos contratistas. El revés sugiere fallas en el modelo de desarrollo de Beijing. Sus instituciones evitaron el enfoque del Banco Mundial, no vieron el historial de crédito del país, sino lo que se podría lograr.
En Venezuela, al menos, el enfoque resultó deficiente. Ahora los funcionarios chinos dicen que se adoptó un enfoque más frío y estricto hacia el otorgamiento de créditos en Venezuela, y para todo el mundo emergente.
Es probable que esto tenga consecuencias: China es la mayor fuente de financiamiento para el desarrollo global y tiene más préstamos pendientes que las seis agencias multilaterales con apoyo de occidente en su conjunto.
China es un actor bilateral. Por su bien y el de los países a los que presta, debe tomar más las tácticas de Occidente, y evaluar los riesgos de los países sobre una base de gobierno, transparencia y debido proceso.