Los bancos centrales de los países emergentes deberían seguir a sus contrapartes de las economías desarrolladas y convertirse en “creadores de mercado de última instancia” —es decir, animadores de mercado—, así como utilizar políticas monetarias no convencionales para intentar estimular sus economías moribundas, afirmó el gobernador del Banco de México.
Los comentarios de Agustín Carstens se sumarán a un creciente coro de preocupación sobre los prospectos a la baja para los mercados emergentes en 2016, provocados por la ralentización de la economía china.
“Los mercados emergentes necesitan estar listos para un potencial shock severo”, dijo Carstens al Financial Times. “El ajuste podría ser violento y los responsables de la políticas públicas necesitan estar listos para enfrentarlo”.
Los responsables de las políticas públicas y los economistas han advertido que la intensa venta de acciones y bonos de los mercados emergentes por parte de los inversionistas internacionales, desde mediados del año pasado, amenazan con provocar una crisis crediticia que podría dificultar a las compañías de países emergentes enfrentar el servicio de sus deudas.
Muchas empresas de los mercados emergentes se atiborraron de créditos baratos durante la década pasada, luego de que el auge de las materias primas y las políticas monetarias ultraflexibles del banco de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos resultara en costos de préstamos muy bajos. En la medida en que los inversionistas se salgan, se espera que esos costos se detonen.
Carstens dice que la respuesta esperada en términos de políticas por parte de los banqueros centrales de los mercados emergentes no deberían detenerse solo en una expansión cuantitativa absoluta —la compra a gran escala de activos financieros que realiza la Fed y otros bancos centrales en los mercados desarrollados.
La respuesta debería incluir el intercambio de activos de alto riesgo y larga data en poder de los inversionistas, por obligaciones menos riesgosas y de corto plazo en poder de los bancos centrales y los gobiernos.
Michael Dooley, de Dronby Global Advisors, una firma de investigación en inversiones, elaboró un reporte para el Banco de Pagos Internacionales en septiembre de 2014 en el que cuestiona que los bancos centrales de los mercados emergentes puedan actuar como creadores de mercado de última instancia.
Dooley advierte que, cuando un banco central compra activos en el mercado, los paga con bonos u otros activos propios o del gobierno, con lo cual, efectivamente, se inyecta dinero al sistema financiero.
Esa operación solo trabajará si los participantes del mercado creen que el gobierno es solvente y sus obligaciones mantienen su valor, medido por ejemplo contra una divisa extranjera como el dólar estadunidense.
“Si el gobierno es solvente y puede validar el precio de los activos, estará simplemente ayudando a la gente durante una mala temporada y puede vender los activos de vuelta más tarde y con ganancias”, dijo Dooley.
Eso funcionaría en el caso de México, asegura, y añade que dichas políticas pueden ponerse a prueba en ese mercado, dado el “inmenso” volumen de deuda de bajos intereses en el sector privado mexicano.
Alberto Gallo, director de investigación de macrocréditos de RBS, dice que China ya puso en marcha una política así mediante el llamado equipo nacional de grandes instituciones financieras. Los analistas señalan que ese equipo se ha metido a apoyar acciones y otros activos luego de la abrupta alzada del mercado bursátil y su siguiente caída del año pasado; todo esto con financiamientos otorgados por el Banco Central Popular Chino (PBoC, por su acrónimo en inglés).
“El PBoC les ha estado prestando el dinero y en un puro sentido contable el riesgo crediticio lo ha absorbido el equipo nacional”, dice Gallo. “Pero en la práctica ambas partes van ligadas en esto”.
Pero Carstens dijo que China está yendo más allá de lo que él recomendaría a otros mercados emergentes.
Por su parte, Gallo dice que China es un caso aparte, parcialmente debido al enorme tamaño de sus reservas internacionales y también a su condición de Estado de un solo partido. Para otros mercados emergentes, explica, sería imposible respaldar sus propias monedas al tiempo que se comprometen en comprar activos a larga escala. El resultado puede traer un aumento en la inflación, con un castigo económico a las partes más pobres de la población.
La expansión cuantitativa fomenta la iniquidad de la riqueza”, dice Gallo. “En países en los que la desigualdad ya es elevada y el umbral de la pobreza es rebasado por más y más gente, se está llegando a un punto político de quiebre”.
Señala que Brasil es uno de los países que ya enfrenta “un muy frágil equilibrio social”.
Gallo añade que para RBS, China depreciará su moneda al menos 10 por ciento contra el dólar de EU los próximos 12 meses, arrastrando con ello a otras divisas de los países emergentes.
“Habrá un crisis crediticia en los mercados emergentes y será algo con lo que los bancos centrales tendrán que lidiar. Será una labor demasiado difícil”, dice Gallo.
Dooley ve la situación más difícil, pues predice una crisis crediticia en los mercados desarrollados también en tanto el crecimiento en EU empuja las tasas de interés más rápidamente que lo esperado en los mercados.
Para los mercados emergentes, dice Dooley, la confianza y la solvencia serán clave. “En Carstens, México tiene a alguien a cargo que entiende lo que está pasando. Pero eso no sucede en todos los demás países”.
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