El pasado 25 de octubre, el opositor alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, consiguió forzar por primera vez en la historia de Argentina una segunda vuelta en los comicios, que ahora se llevarán a cabo el 22 de noviembre y que seguramente se van a dirimir voto a voto.
A diez días de los comicios se acorta la distancia entre el centroderechista Macri y el oficialista Scioli. Según un estudio de Hugo Jaime y Asociados, Mauricio Macri tiene una ventaja sobre Daniel Scioli de 3.8 puntos, cuando hace una semana era de 7.3 puntos.
Según una encuesta de la firma Management & Fit, que publicó el 9 de noviembre el diario Clarín, Macri capta 51.8% de votos, contra 43.6% de Scioli y 4.6% en blanco. Pero el sondeo aclara que aún hay 10.9% de indecisos y otro 9.9% que podría cambiar su decisión.
Este domingo se realizará un debate por televisión que puede inclinar hacia uno u otro lado los cinco millones de votos que obtuvo el tercero en discordia, el peronista disidente Sergio Massa (derecha).
El inesperado triunfo de la fórmula encabezada por Macri en la estratégica provincia de Buenos Aires borró de la noche a la mañana el triunfalismo del kirchnerismo que gobierna desde hace 12 años. Su candidato, Daniel Scioli, es el heredero de Cristina Fernández de Kirchner pero quizá no haya en el peronismo una figura más antagónica a la de la presidenta. En discurso, estilo político, imagen y sobre todo en biografía, las diferencias entre ambos son enormes.
Ahora, ante la complicada encrucijada económica que encontrará el próximo gobierno, el confeso neoliberal Mauricio Macri defiende la justicia social, los subsidios para los pobres e incluso las nacionalizaciones de empresas que realizó el kirchnerismo desde el primer gobierno de Néstor Kirchner, en 2003, seguido por dos gobiernos de Cristina Fernández, votados en las urnas por amplia mayoría.
A Macri ahora no le interesa ese perfil de derecha, pero desde la creación de su partido Pro, en 2002, el ex presidente del club Boca Juniors defendía la reducción del papel del Estado y el liberalismo.
Macri ahora se cuida más pero sí dice cosas que los kirchneristas identifican con la derecha: habla de apertura de los mercados (quitando el control de divisas) y de promover las inversiones extranjeras. Curiosamente, son propuestas muy parecidas a las del candidato oficial, Daniel Scioli. Solo difieren en sutileza y horizonte temporal. En un país en el que la derecha neoliberal murió a cacerolazos en la crisis de 2001 y "el corralito" financiero, y cuyo máximo representante fue el peronista Carlos Menem, en diez días Argentina puede volver a cambiar de signo político.
En los agitados años de 1990, Mauricio Macri era un joven empresario nacido en una de las familias argentinas más poderosas. Su padre, Franco, de origen italiano, dirigía una compañía muy cercana al gobierno menemista, que obtuvo grandes contratos de obras y servicios públicos.
Los romances de los Macri llenaban por entonces las páginas de las revistas del corazón, y padre e hijo aparecían en programas de televisión como hombres exitosos que cantaban loas al libre mercado. Pero se fueron distanciando.
En 1995 Mauricio dejó el Grupo Macri para convertirse en presidente de Boca Juniors. El club de futbol le sirvió de trampolín a la política, y estuvo a punto de ser alcalde de la capital en 2003. Perdió en segunda vuelta. Lo consiguió en 2007 y lleva en el puesto desde entonces. Ese apellido que le marcó la vida también es su principal problema político.
Muchos argentinos, sobre todo los más pobres, temen que Macri, como miembro de la aristocracia empresarial, vaya a eliminar las políticas de inclusión social del kirchnerismo que han sacado a millones de ciudadanos de la pobreza. Por eso el candidato y su partido se encargan de negarlo cada día. Ahora defienden medidas como la Asignación Universal por Hijo e incluso han prometido ampliarlas.
Este programa apoya a los hijos menores de 18 años de las personas que estén desocupadas, trabajan en la economía informal con ingresos iguales o inferiores al salario mínimo, empleadas domésticas o trabajadores temporales.
Es difícil explicar cómo encajarían estos conceptos en el modelo neoliberal que propugna el macrismo.
A Macri le recuerdan constantemente desde la izquierda sus posiciones polémicas en cuestiones clave como la ley de matrimonio igualitario y la ley de reproducción asistida, que rechazó. También votó contra la renacionalización de Aerolíneas Argentinas y de la petrolera YPF. Hoy el candidato, como la mayoría de los argentinos, defiende estas nacionalizaciones.
Cambiemos, la alianza con la que el Pro de Macri se ha presentado a los comicios, explica también el viraje al centro del partido. A ellos se han sumado el partido Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, que podrían identificarse como de centroizquierda. Nunca un partido de derecha ha ganado las elecciones en Argentina y Macri lo sabe.