El aumento de las protestas en Chile contra la presidenta socialista Michelle Bachelet es proporcional al incumplimiento de sus promesas, afirma en entrevista desde la capital chilena el filósofo y politólogo Alex Ibarra Peña, candidato a doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile.
La Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) llamó el lunes a un paro indefinido a partir de hoy contra la reforma educativa de Michelle Bachelet, cuya popularidad cayó a 21%, según sondeos, el nivel más bajo de su segundo mandato iniciado en 2014. ¿Hay relación entre ambos hechos?
Sí, porque básicamente estamos frente a un gobierno que ha incumplido de forma sistemática sus promesas de campaña, lo que ha llevado a un alza de la movilización social de distintos sectores, y también de la represión. Los estudiantes son los más activos ya que, pese al anuncio de la gratuidad de la educación, apenas se aprobó un sistema de becas que no resuelve el problema central de la educación de mercado y tampoco son un aporte significativo para el alto costo de la educación en Chile, cuyas universidades siguen siendo de paga.
Según la prensa chilena, las becas universitarias favorecen a unos 140 mil alumnos en todo el país...
Si es así, hablamos del 10 por ciento de los estudiantes, que hace diez años superaban el millón. Pero además de insuficientes, estos beneficios se han publicitado de manera engañosa tratando de dar la idea de que la educación en Chile es gratis y que el gobierno escuchó las demandas. He recibido distintos comentarios de colegas latinoamericanos que celebran el llamado triunfo de los estudiantes. Lo que es cierto es que los estudiantes están movilizados ya que sus petitorios no han sido satisfechos y ya comienzan a concientizarse en torno al engaño de los anuncios que, disfrazados de reformas, siguen avalando la educación como producto de mercado.
¿Cómo entender lo que ocurre, cuando la misma Bachelet insiste en su compromiso con las reformas, incluido el cambio fundamental de la Constitución del dictador Augusto Pinochet que rige en Chile desde 1980?
Hay un tema muy serio para entender el acontecer político en mi país y es la diferencia entre lo que dice y lo que hace la presidenta. Por ejemplo, dice que en el Chile democrático de hoy todos pueden manifestar sus opiniones, pero es el gobierno el que no autoriza las marchas justificando el accionar represivo de las Fuerzas Especiales de orden y seguridad, militarizadas tras la salida de Pinochet en 1990 y durante toda la posdictadura. Las reformas anunciadas por Bachelet ya han sido suspendidas o retrasadas para futuros gobiernos, lo que deja ver una falta de compromiso real con lo prometido.
¿Por qué el retraso?
Uno de los problemas más graves tiene que ver con el proceso de una nueva Constitución, que es urgente. Hay que instalar una Asamblea Constituyente, pero se están poniendo trabas ya que su objetivo es definir una nueva Constitución democrática basada en la soberanía del pueblo. Tenemos vigente una Constitución ilegítima desde Pinochet, regulada y custodiada por el Tribunal Constitucional que funciona como uno de los organismos más conservadores de nuestras instituciones políticas en ejercicio. Hay que considerar que los diez miembros del Tribunal son elegidos por el Ejecutivo (tres), por la Corte Suprema (tres) y por el Senado (cuatro), siendo estos dos últimos poderes profundamente conservadores. Así, el rechazo del Tribunal a las reformas ha sido constante.
A la vez, hay un absoluto divorcio entre la clase política y la ciudadanía. El oficialismo no está interesado en dar una solución real al problema de la educación, siguen coludidos con el empresariado que defiende el lucro en la educación. Se puede advertir casi un acuerdo transversal con la actual oposición de derecha que defiende el modelo económico neoliberal del presidente Mauricio Macri del otro lado de la cordillera.
Comparado con el primer gobierno de Bachelet en 2006-2010, ¿cuál es el estado actual de la democracia en Chile?
Estamos en un clima de bastante optimismo político en cuanto a la maduración democrática que vive el país hacia la construcción de una alternativa distinta a la que hemos vivido tras la larga dictadura de Pinochet, que no ha terminado. Esto porque tenemos una juventud política que aporta una experiencia distinta, más valiente, menos temerosa, decidida a llevar a cabo una oposición más radical.
Pero también hay un escepticismo fuerte en cuanto a que la maduración democrática no viene siendo aceptada por la clase política, es decir, no hay un diálogo entre los políticos y la ciudadanía. Eso genera una sensación de decepción frente al sistema político, las traiciones al pueblo abundan.
El primer gobierno de Bachelet hizo algunas reformas importantes como el pago de pensiones a las mujeres dueña de casa, pero se siguió avalando la economía neoliberal, agudizándose el agobio de los ciudadanos de a pie. Apareció un Chile profundamente dividido en dos clases sociales: las que gozaban del mercado y las postergadas. Creo que hoy el agobio es mayor, ya que aumentan las personas dañadas por el fracaso de este modelo que se sigue defendiendo desde la esfera de poder.
¿Ha quedado rebasada la clase política tradicional, incluida la Nueva Mayoría, para dar respuesta a los nuevos y/o viejos retos de la democracia chilena?
Desde mi perspectiva, si la Nueva Mayoría no se suma a un diálogo transparente con la ciudadanía y sigue sin atender con honestidad las demandas de los movimientos sociales, quedará más desprestigiada de lo que está. Soy optimista con la maduración democrática que han impulsado los estudiantes, creo que hay un Chile que vuelve a la calle y que se reencuentra con la importancia de lo político para su vida cotidiana.