Tras ocho años como jefe de gobierno de Buenos Aires y poco más de trece en política, el ex empresario liberal de derecha Mauricio Macri asumió ayer como presidente número 52 de la Argentina. En las primeras filas del Salón Blanco de la Casa Rosada, además de la familia de Macri y ex presidentes argentinos —Fernando de la Rúa, Ramón Puerta y Eduardo Duhalde— se encontraban la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff; el presidente de Bolivia, Evo Morales; el de Ecuador, Rafael Correa; la presidente de Chile, Michelle Bachelet, el jefe de Estado colombiano, Juan Manuel Santos y el rey emérito Juan Carlos I de España. La única ausencia notoria fue la de su antecesora Cristina Fernández de Kirchner, luego de la pelea por la ceremonia de traspaso. Finalmente, fue el titular del Senado, su correligionario Federico Pinedo, quien le colocó la banda presidencial.
Aunque en el discurso que pronunció desde el balcón de la Casa Rosada prometió no mentir y combatir la corrupción, Macri asume el cargo procesado en una causa por escuchas ilegales, en la que —todo indica— será sobreseído en poco tiempo. Su partido, el PRO, que usa el amarillo como distintivo, al frente de la alianza de centroderecha Cambiemos, gobernará por primera vez el país y la provincia de Buenos Aires, mientras seguirá al frente de la Ciudad homónima.
Dirigiéndose a los presidentes latinoamericanos que estaban en el recinto dijo: "Tenemos una visión nueva de la política. Somos hijos de este tiempo. Creemos en la unidad y la cooperación de América latina y del mundo y en el fortalecimiento de la democracia como única solución de los problemas". "Sostendremos todos nuestros reclamos soberanos sin que ello impida un normal relacionamiento con los países del mundo", agregó.
"Es difícil transmitir todo lo que uno siente hoy acá", dijo el flamante presidente al hablar desde uno de los balcones de la Casa Rosada a la gente reunida en la céntrica Plaza de Mayo. "Parece que fue ayer que nos animamos a soñar que los argentinos merecen vivir mejor", añadió. Ante el pedido de la gente para que bailara, Macri ensayó algunos pasos. Luego se quitó la banda presidencial y bailó al ritmo de "No me arrepiento de este amor", de Gilda, con una especie de karaoke realizado por la vicepresidenta Gabriela Michetti, en silla de ruedas tras un grave accidente.
Pero ayer mismo terminó el baile, porque el de Macri será un gobierno sin mayoría en la Cámara baja, con un Senado dominado por el peronismo, mayoría de los estados en manos del Partido Justicialista (peronista) y sindicatos y organizaciones sociales de izquierda o peronistas. Por tanto, el desafío más importante para Macri será garantizar la gobernabilidad.
Sin una coalición orgánica, otro de los desafíos del gobierno que se estrenó ayer es si el partido de la Unión Cívica Radical (UCR, socialdemócrata) —que apoyó su candidatura y le dio proyección nacional—, va a tener incentivos para mantener su apoyo a Macri independientemente de la popularidad de su gestión. Con el triunfo de Cambiemos tan próximo en el tiempo, es inevitable que en los primeros meses la UCR respalde plenamente al presidente electo. Pero después la UCR podría no tener tantos incentivos para apadrinar sus iniciativas de ley, si estas no gozan de aceptación popular.
Las políticas de ajuste que le tocarán no le harán fácil la gobernabilidad con una opinión pública además que aún recuerda vívidamente la quiebra del país en 2001 por las políticas neoliberales. "La inflación, la caída de reservas, la escasez de dólares, el conflicto con los holdouts (fondos especulativos o buitres), entre otros, serán temas que deberá resolver y es difícil que hacerlo no tenga costos políticos o que no le generen tensión en términos de la gobernabilidad.