Ignacio Ambriz es un hombre de fe, no se deja caer en la adversidad, cuando la cosa pinta mal mantiene la cordura, tiene su carácter, pero ante todo va su creencia, ahí encuentra su motivación, suele poner siempre buena cara y la amabilidad es una de sus cartas de presentación.
Ese lado bonachón que maneja choca con los estándares que suelen manejar otros entrenadores en el futbol mexicano, que salen con trajes a la medida de las grandes marcas y vestidos con gran gala. Nacho no es así. De hecho, en su etapa con América vestía casual porque lo exigía el club, pero él siempre se sentía cómodo en jeans o con un estilo más casual.
Al finalizar el partido de vuelta de la final, y después de haber ganado el octavo título para León, y el primero para él, Ambriz juntó a todo el plantel y demás componentes del plantel para dar gracias, era el momento de hacerlo porque había batallado mucho para ello.
Y es que Nacho tenía cuentas pendientes consigo mismo, con León y hasta con Pumas. Primero, se debía una revancha después de la final que perdió hace poco más de un año en ese mismo campo frente a Tigres, fue su primera final de Liga que jugó y la perdió ante un veterano como el Tuca Ferretti. Cuentan que en su círculo cercano, Nacho confesó que la lección que le dejó fue la de aprender a manejar mejor los partidos, que debía ser más frío en las instancias finales, aunque sin olvidar sus formas.
Con Jesús Martínez Jr, tenía el pendiente de entregarle un trofeo, porque en el cuadro esmeralda encontró una directiva que le ha apoyado y confiado en sus capacidades y en el estilo futbolístico que pretendía implementar.
A la afición le debía el trofeo porque le acogieron como uno de los suyos, no hubo críticas hacia su persona, como sí las hubo en otros equipos (América o Chivas por ejemplo), y cuando un aficionado lo encontraba en la calle sentía el afecto de una ciudad que se ilusionaba por el estilo de juego de su equipo.
Y con Pumas había también una sensación de revancha —meramente deportiva— por aquella semifinal que perdió con los universitarios en el Apertura 2015, cuando se quedó a un gol de avanzar a la Final, en su primer torneo con las Águilas.
El domingo, Nacho dijo que no le debía nada a nadie, que las cuentas estaban claras en todos los frentes. Cumplió uno de sus objetivos. Después de 17 años de haber debutado como entrenador en el banquillo de Puebla. Nacho ya tiene en su mochila un título de Liga (León), uno de Copa (Necaxa) y uno de Concacaf (América). Y la satisfacción de ver cómo su idea futbolística sí da resultados. Eso es lo que más le llena.
FCM
